Acabo de empezar a leer la biografía que Benard Marcadé ha escrito de Marcel Duchamp. Ya en las primeras páginas, la emoción y el ansia devoradora al comprobar el magnífico trabajo de Bernard Marcadé va en paralelo al odio creciente que tengo hacia la que escribió Calvin Tomkins. Recientemente hablaba de ello con Josep Casals (que hace mil años me dirigió una tesina sobre Duchamp y Mallarme, que algún día retomaré): de lo mezquina que era la biografía del americano. Sin embargo, Marcadé parte de una tesis fundamental: que la mejor obra de Duchamp fue su vida. Lo cual implica una aparente contradicción con el hecho de tratarse del artista "intelectual". Pero el mismo Duchamp insistió en ello repetidamente, que su obra era la economía de su propio tiempo o, más duchampiano, se puede ser un artista sin serlo?.
Y hay más cosas a destacar ya en las primeras páginas de esta biografía. De entrada, la impresionante documentación de la que hace gala; y las constantes referencias a la obra posterior de Duchamp a partir de pequeños datos de juventud.
De paso, sirve para rescatar algunas cosas olvidadas o simplemente desconocidas (la ignorancia es un terreno inmenso que recuperamos parcela a parcela). De entre ellas, me ha llamado especialmente la atención la referencia a los Fumistes: un grupo de caricaturistas y dibujantes furibundos, escatológicos y auténticos Dadá avant la lettre, a los que Marcel Duchamp frecuentaba.
