DAVID G. TORRES

David Bowie en el museo

en Bonart, núm. 157, febrero-marzo 2013

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El Victoria and Albert Museum de Londres programa una exposición sobre David Bowie esta primavera. Tengo que ir a verla. El año pasado visité “Posmodernism” también en el V&A. La exposición tenía sus altibajos o, por lo menos, momentos que suscitaban más mi interés y entusiasmo y otros que no tanto. Los que no tanto tenían que ver con el diseño industrial y la arquitectura y los que más con un intento por explicar un tiempo de colaboración en el que las barreras entre música, arte o diseño parecían diluirse. Pero el V&A es un museo de arte y diseño o de artes aplicadas, así que estaba más que justificada esa presencia arquitectural y de diseño industrial por encima de lo que son momentos de colaboración y de relectura de la las vanguardias. También porque la Posmodernidad tiene su origen tanto en la filosofía como en la arquitectura. De todas maneras lo que más me llamó la atención es la introducción en el catálogo de los comisarios, Glenn Adamson y Jane Pavitt. Aclaraban que no tenían ninguna voluntad por definir la posmodernidad sino por reflejar e identificar un periodo de veinte años, entre 1970 y 1990, en el que se dio una determinada manera de hacer. Y lo más importante, casi siguiendo la teoría emocional de Eloy Fernández-Porta, que esa forma de hacer había marcado la formación profesional, intelectual y emocional de una generación que de alguna manera habíamos sido partícipes o espectadores juveniles de ese momento.

Y ahora el mismo museo anuncia una exposición sobre David Bowie. Es otro referente. Un referente no sólo para una generación o para varias, sino uno de los grandes referentes culturales del siglo XX. El V&A es efectivamente un museo de artes aplicadas, un museo que lleva inscrito en su nombre la marca de la época victoriana, que, de esta manera, podría responder a esquemas establecidos y un tanto arcanos en la historia del arte. Sin embargo, y he ahí la falta de complejos anglosajona convertida en virtud, ha realizado un giro muy interesante en el que ese apelativo de museo de artes aplicadas le puede ser válido para mirar más allá de los estereotipos culturales y ver que sucede en los márgenes de las clasificaciones. Unos supuestos márgenes académicos que son los que más califican y han calificado la producción cultural.

En el recorrido por “Posmodernism” nos encontrábamos con Blondie, Talking Heads o Joy Division, ahora Bowie ocupará todo el museo. Tengo la percepción de que para muchos creadores, del ámbito que sea, las mayores referencias y aquello que más les ha marcado intelectual y emocionalmente ha sido la música pop, rock o como quiera llamársele y todo el despliegue que ha significado, como intensidad y como actitud. Se ha hablado mucho del cine como el arte del siglo XX, tal vez haya que revisar tal afirmación (si es que estas afirmaciones tienen alguna validez) y empezar a pensar que la verdadera creación cultural que ha afectado y cambiado a las personas ha sido el desarrollo de la música pop. El V&A parece que ha empezado a pensarlo. Y no hay que olvidar que aquí, en el año 2000 Manel Clot ya pensó en la importancia de la música en la producción artística cuando en la Virreina fue comisario de la exposición “Inter/zona”.


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