DAVID G. TORRES

La imaginación al poder

en Bonart, núm. 150, abril 2012

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Imaginemos un centro cultural en una ciudad mediterránea. Imaginemos que ha tenido un mismo director durante casi veinte años. Un director que ha marcado la personalidad del lugar. Tanto que el proyecto de institución ha quedado aliado a su persona, como si una no pudiese vivir sin el otro. Hasta el punto que cuando un nuevo gobierno decide finalmente cesarle ya no es posible programar la continuidad del modelo y la institución. Es demasiado tarde. Así que políticos y administradores no saben muy bien que hacer, no saben muy bien que decidir al respecto. Simplemente barajan diferentes nombres para ocupar su lugar. Nombres que deberían dotar a la institución de un nuevo carácter (tan aliado estaba a su antiguo director que a todos les parece imposible que siguiese siendo lo que era). Imaginar que piensan en organizar un concurso de ideas para su dirección (en el sentido amplio de la expresión, no solo la persona, sino el papel que debe asumir el centro) seria demasiado. Finalmente, entre los nombres que barajan hay uno que accede.

Imaginemos que ese nuevo director es un desconocido en los ámbitos culturales. Imaginemos que ese desconocimiento es mutuo, porque lo primero que admite es que nunca ha pisado ese centro cultural. ¿Por qué alguien acepta dirigir un lugar que desconoce? Puestos a imaginar: ¿Quien aceptaría ser alcalde de un pueblo desconocido en Albania? Imaginando también se podría encontrar un símil sexual y no habría que ponerse moralistas: el sexo con extraños está bien. Pero ¿Incluso con alguien que considerases desagradable? A lo mejor es que no se tienen más opciones y la necesidad aprieta. Porque además de no haber pisado el centro, imaginemos que ese nuevo director también admite que la programación anterior (que, recordemos, no ha visto) le desagradaba, que no le parecía adecuada o interesante. Pero imaginemos que quizás forzado por la falta de liquidez o por la negativa de ese nuevo ligue recién conocido pero que le resulta desagradable no puede pensar en hacerle un liffting o una sesión de operaciones estéticas. Imaginemos que a pesar del desagrado decide continuar la línea del director anterior, aquel que había aliado su personalidad a la del centro... Pero, claro, sin convicción, desde la dificultad que implicaría tener que parecerte a aquello que te desagrada.

Sin duda cuando en las calles de París en 1968 los estudiantes escribían sobre los muros de la universidad sloganes como "la imaginación al poder", no se referían a esta imaginación. Ahora los estudiantes se manifiestan y realizan asambleas en la universidad que está enfrente del CCCB, un centro donde en en 2008 el festival Xcentric programó una selección de películas sobre mayo del 68 con el título “Después del 68”.


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