DAVID G. TORRES

Susy Gómez

en Lápiz, 132, Madrid, mayo 1997

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Edicions T (Barcelona)

Susy Gómez parece haber asimilado de una manera definitiva todos aquellos discursos que desde sus comienzos calificaban su obra como una prolongación de sí misma. Objetos confesionales que muestran la huella del haber estado ahí, que están impregnados de su yo, en un afán por sostener una comunicación psicológica. Tal parece ser la intención inicial al titular la exposición "Rendez-Vous": encuentro o cita en la que quien está presente es la artista. Pero, qué sentido tiene hablar del sujeto que se oculta o desvela tras la obra como algo característico de determinado artista cuando, si nos ponemos a escarbar, tal vez todo artista siempre nos habla de él mismo. La cuestión radica entonces en cómo establece esa comunicación psicológica, si la hay; es decir, el eterno problema del qué frente al cómo. Si la interpretación, contenido o sentido de la obra de Susy Gómez entra dentro de lo subjetivo, de aquello que en mayor o menor medida nos pueda interesar, afectar o disgustar, respecto a los instrumentos que utiliza para expresarlo se pueden plantear serias objeciones. Los trabajos que aquí presenta muestran unos altibajos enormes, que cuando menos nos pueden parecer paradójicos. Unas veces su obra es sutil y hermética, mientras que otras es obvia y jeroglífica.

La mejor pieza de la exposición es un enorme globo relleno de helio y cubierto por una fina gasa de seda, de tal forma que queda suspendido en el aire sin tocar ni el suelo ni el techo. Una obra henchida de sutileza que establece una leve e imposible relación con el espectador. Al movernos alrededor del globo y debido al aire que desplazamos éste se nos acerca sin llegar nunca a tocarnos. Sutil porque se trata de aire flotando entre aire, que a su vez provoca e impide el encuentro. Hermético porque en su simplicidad y escasez de medios desvela tanto como oculta.

Todas estas cualidades desaparecen en "Recuerdo del porvenir". Es una gran fotografía con una vista panorámica de 360 grados en la que la artista aparece en distintas posiciones. La pieza está dispuesta en el suelo a la entrada de la galería y rota en diferentes pedazos. Una espera –y la espera es siempre un momento de vacío– que vuelve a ser fragmentada e imposible. Pero aquí la sutileza se anula por una tan explícita referencialidad que aborta la apertura de la obra. Y lo hermético ha huido sustituido por aquello que se debe solucionar como si de un jeroglífico se tratase.

El problema parece estar en esa fuerte referencialidad que en ocasiones despliega la obra de Susy Gómez. Cuando la referencialidad es tan explícita, o bien se utiliza para ocultar más que para aclarar, o bien se cae en la obviedad y el efectismo. Una obviedad que puede ser más o menos difícil de descifrar, y es ahí donde surge esa condición jeroglífica que quiere poner a prueba la habilidad del espectador para reconocer los significados. Esto sucede en "Volar apoyada en lo que no vuela", resultado de las huellas de los pies de la artista dejadas sobre una superficie emulsionada. Efectivamente, la obra es la huella del artista, pero ¿cuándo no es así?, y ¿qué más cuando su presentación formal está tan condicionada por el dripping o la pintura informalista?. Frente a ella otros dibujos de la muestra, como las ligeras bolas de colores difuminadas sobre papel o el transfer en lápiz sobre la pared que recuerda tanto a Escher como, por su técnica, más recientemente a Carles Congost, recuperan ese valor hermético y evanescente en el que la obra, verdadera expresión del vacío, se abre. Las cuatro piezas "Sin título (narices)" son objetos que surgen de un leve gesto fijado sobre pasta de papel. En ellos unos cordeles de colores que cuelgan hasta el suelo arruinan esas cualidades de los dibujos al tomar una resolución tan vana que los asocia a la idea de la máscara o, peor, de mucosidades.

Mientras que algunas obras de Susy Gómez quedan frustradas porque más allá de ese sujeto que se nos muestra no hay nada, otras consiguen traspasar la explicación para abrirse hacia nuevos campos, manteniendo una cualidad evocadora o un estado de latencia. Convendría saber si a la vista de los aciertos de unas, las otras son poco más que transitorios errores o si, más bien, sucede al revés.


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