DAVID G. TORRES

¿Y quién se que queda con las plusvalías?

en colaboración con Ferran Barenblit y Montse Romaní; en La Capella, mayo 2000

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La Capella, mayo 2000 (en colaboración con Ferran Barenblit y Montse Romaní)


Una de las características del arte es mantener una especie de diálogo o tensión con el mundo y con la realidad. Aunque no se trata de un diálogo conformista, antes al contrario, el arte impone una relación crítica con la realidad circundante. Los mecanismos para llevar a cabo esa crítica y cuestionamiento no pasan necesariamente por la denuncia explícita de situaciones concretas y seguramente injustas: esa denuncia explícita en muchas ocasiones se ha mostrado ineficaz o simplemente colaboracionista implícito e ingenuo. Esa actitud comprometida o cuestionadora se puede dar desde el mismo momento en el que la obra se plantea como un lugar en el que relacionarse, en el que se establecen relaciones fragmentarias con el individuo.

De hecho dirigirse al individuo, provocando su entrada en una lógica improductiva puede ser a estas alturas una forma radical de compromiso. ¿Quién se queda las plusvalías? o ¿quién se queda los beneficios cuando no hay beneficios a ganar o perder?. Evidentemente estamos hablando de beneficios económicos y mercantiles.

En un mundo en el que el mercado define el futuro y el presente de las personas como individuos y como colectivo, el espacio del arte, la exposición de obras de arte de artistas, puede ser un lugar de negociación con el mercado. Negociación de un tipo de relación, en el que usamos a nuestro favor la lógica del mercado para producir otro tipo de cosas. Objetos y actitudes que dejan al desnudo las mecánicas mercantiles y económicas a través de poner en marcha una mecánica de relación social, personal e individual.

En este juego nadie es inocente, nadie es culpable. Simplemente ya no es posible formular la pregunta de quién es culpable. Todos lo somos; mentirosos, vándalos y piratas. Aquí vamos a apuntarnos a un juego en el que no hay nada a ganar ni a perder. Lo importante es poder jugar, crear el espacio de juego.

¿Quién se queda con las plusvalías? propone la creación de un espacio de juego, de relación y de intercambio en el que el espectador se convierte en protagonista de una serie de propuestas que cuestionan nuestra relación con el arte, que utilizan los mismos medios expositivos e institucionales para organizar un acto anarquista, que ponen de manifiesto la compleja red de usos de nuestros datos personales, que nos preguntan por nuestro rol en el complejo entramado mercantil y económico, que ceden el protagonismo de la obra a nuestra propia actitud y comportamiento cultural…

La pregunta ya no es ¿quién se beneficia de qué?, sino simplemente tratamos de dar sentido a un medio, al medio arte. Y para ello los artistas participantes en ¿Quién se queda con las plusvalías? dan la vuelta y usan a su favor las estructuras económicas, culturales e institucionales para ponerlas en cuestión e introducir una lógica de intercambio derrochadora, distinta, otra.

Ferran Barenblit, Montse Romaní, David G. Torres


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