DAVID G. TORRES

CIMAM/Doha: Fórmula 1, Atletismo a 50º, arte y petróleo

en Bonart, febrero - marzo - abril 2015

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Recuerdo que la primera vez que visité la feria de Miami Art Basel tuve la sensación de estar ante un campo de batalla. O que la feria de Miami contagiada del aspecto pornográfico de la ciudad (exhibicionista, siliconada, bronceada, marcando paquete o escote y exhibiendo opulencia) evidenciaba los elementos de una guerra que padecemos a diario. Mi impresión era muy simple: que había (de hecho, que hay) una guerra abierta de los poderes económicos por apropiarse del arte. Dicho de otra forma: que ya podemos hacer todos los malabarismos que queramos refiriéndonos al estructuralismo o al postestructuralismo, referenciando el arte en el contexto social y político más comprometido o recurrir a su desmaterialización vía performance o múltiplos, que siempre habrá una élite que, chequera en mano, está presta a recordarnos que esto del arte es sólo de unos pocos que lo compran, lo poseen y nos dejan verlo o hablar de ello de tanto en tanto.

Efectivamente, Miami es un caso extremo: la pura y dura mercantilización del arte en un contexto como el estadounidense haciendo de puente con el latinoamericano en el que los extremos sociales de opulencia y pobreza son evidentes. Y sin embargo ese asalto constante del poder económico reapropiándose una vez más de la cultura como bien de posesión, insistiendo justamente en que se trata de un producto de consumo, da signos de existencia constantemente: en coleccionistas incidiendo vía inversión en las líneas de investigación de museos públicos; en órganos de decisión de instituciones públicas en las que toman decisiones individuos privados designados por su poder económico.

Un caso reciente ponía en evidencia de manera indisimulada las estrechas conexiones entre poder económico y la estructura institucional del arte. El último congreso del CIMAM (International Committee for Museums and Collections of Modern Art) tuvo lugar en Doha, la capital del Emirato Árabe de Catar. Obviamente las razones para la celebración de este foro de discusión sobre el presente y el futuro de los museos de arte contemporáneo no tiene que ver con la intensa actividad en arte contemporáneo que se despliega en Catar, ni con el importante número de artistas que residen allí, ni con el interés público que despierta el arte en Doha. En este caso el arte vuelve a verse alineado con operaciones como celebrar base de soltar petrodólares un mundial de atletismo en una ciudad que no baja de 50º y que los deportistas ven con pavor. Pero más en concreto, el arte aparece en el mismo espectro económico, de poder, de ostentación y de lujo que la Fórmula 1.

Una cosa es que Catar quiera empezar a diversificar su economía más allá del petróleo a través del turismo de lujo con la Fórmula 1 o el arte en su versión más mercantil. Y otra muy diferente es que los museos públicos de Europa claudiquen ante las élites económicas. Será difícil (o cínico) seguir insistiendo (desde Doha) en el arte crítico o en las cuestiones de género o en el feminismo. En fin, lo de Miami o Doha no es una batalla del arte, sino que una vez más, el arte es el tablero que evidencia el modelo de mundo que habitamos.


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