DAVID G. TORRES

Optimismo

en Bonart, núm. 160, agosto-septiembre 2013

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¿Cuándo los progresistas se convirtieron en conservadores y los conservadores en progresistas? Es la pregunta que se plantea Steven Johnson al inicio de su ensayo sobre el progreso en la era de las redes "Futuro perfecto". Curiosa pregunta, sí, a simple vista parece que los políticos conservadores hablan de progreso en términos positivos, mientras que los políticos de izquierdas son conservaduracionistas. Y me da la impresión que lo mismo pasa con el optimismo. Frente al pesimismo que inunda al pensamiento de izquierdas y al pensamiento crítico que ha hecho del pesimismo su objetivo, las derechas hacen gala de un optimismo festivalero, irreflexivo, basado en la amplia sonrisa injustificada o la que da la comodidad de un puro en una terraza.

Pienso en el optimismo porque aunque parecía que no llegaría nunca, el verano finalmente ha llegado. Y el verano, especialmente el agosto, es tiempo de descanso, de lecturas, de hacer evaluación y de optimismo. El optimismo que da el buen clima, la tranquilidad buscada y esa especie de parón que sirve para recuperar las pilas.

Así que, recuperemos el agosto como espacio para el optimismo y una rápida, no muy espesa, reflexión sobre lo que queda atrás y lo que se anuncia. Vale, de acuerdo, el desastre parece importante y que tiene poco arreglo. Adiós a Can Xalant y Centre d’Art de Tarragona, movimientos que ya veremos a donde llevan en Santa Mònica o Bolit, salvación por los pelos de Can Felipa y para a acabar se estrena un documental sobre el Macba que nos deja a todos sumidos en la tristeza. Tristeza incrementada por la falta de interés que ese documental y el Macba en general despiertan. ¡Ah! sin embargo, ¡qué interés despertó en caso de can Felipa! Una inauguración reconvertida en acto reivindicativo masivo.

Son las dos caras de la misma moneda, la que me permite en este solaz veraniego ser optimista. No sólo por la capacidad de reacción del sector frente al caso Can Felipa, también porque este año que acaba no he parado de ir a inauguraciones en talleres de artistas o pisos de críticos o comisarios. El culmen lo puso el Festival Plaga. Un festival de inauguraciones, actos, lecturas y performances en espacios no institucionales que ocupó todo un fin de semana. Algunos de los eventos, básicamente convocados por facebook, reventaron y trasmitieron esa antigua sensación de si no estás ahí es que no te enteras. Y ¿quién no se entera? pregunten por la otra cara de la moneda.

Así que sí, optimista. Barcelona es una ciudad extraña. Una ciudad que cuando peor mejor. Cuando peor van las cosas y más empinada es la escalada, es cuando hay más reacciones. Pero que cuando la cosa va de bajada, todo se relaja. Basta pensar en los setenta y los noventa en comparación con los ochenta y la primera década del dosmil. Ahora, de nuevo, parece activa, con una nueva generación cuyo interés primordial está en desarrollar proyectos.

¿Alguien todavía piensa que este optimismo es injustificado? Los galerías se han puesto de acuerdo en una sola asociación. Me lo cuentan hace un año y no me lo creo.


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