DAVID G. TORRES

Pensamiento crítico: un pleonasmo

en Butlletí, Centre d’Art Santa Mónica, Barcelona, Julio/agosto 2006; http://cultura.gencat.net/casm/butlleti

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Es difícil sacar conclusiones de una breve encuesta sobre el estado de la crítica como la que hemos presentado en estos dos últimos números del Butlletí. Forzada y en la que la pregunta no parece haber gustado mucho. Un disgusto que a lo mejor sólo habla del buen estado de la crítica. Una crítica que quiere ser crítica hasta con los enunciados. Es en este sentido cómo la pregunta ha sido bien entendida. Al fin y al cabo ha propiciado algunas tomas de posición vehementes. No era otra la intención: ofrecer un pequeño espacio para que, aunque sea brevemente, manifestar una toma de posición e intentar apuntar algunos de los problemas acuciantes de la crítica de arte hoy. De ahí la aparente ingenuidad de ese“¿existe la crítica de arte hoy?”. En cualquier caso, retratarse y quedar retratado puede ser ingenuo pero es un requisito mínimo para empezar a discutir.

Lo que resulta por lo menos curioso es que aparejado al sí unánime de la existencia de la crítica se detecte, también de manera generalizada, cierto pesimismo sobre su situación. Y es más curioso aún teniendo en cuenta ese aire comprometido de las respuestas que, en realidad, hablaría de su buen estado. Con lo cual el problema no es que no se tengan ganas de opinar o que no se opine, sino que ese opinar parece caer en terreno baldío. Es más, no parece que falten ganas de confrontación dialéctica, el problema es que no se encuentran los medios. Y, sin duda, ahí aparece el fantasma de la falta de independencia. Una falta de independencia que se leería en clave tanto de falta de interés por parte de los medios, más centrados en la información, por una especie de poder omnívoro que han alcanzado las instituciones artísticas y, no menos importante, por una falta de independencia real, ligada a la incapacidad que muestra el sector para tener iniciativas privadas.

Ese echar de menos el momento de empezar a discutir tiene que ver con un anhelo por la condición moderna de la crítica. Así que seguramente deberíamos dar la razón a Eduardo Pérez Soler cuando, en el artículo que precedía a la encuesta en el número anterior, decía que “todo es posible en el arte actual menos elaborar juicios críticos sobre el arte”. Simplemente lo que habría desaparecido es el valor de la opinión, que no es que estébarrida por la información, sino que simplemente no tiene eficacia. Y no hablo de eficacia para borrar del mapa a un artista, sino sencillamente para, como comenta Carles
Guerra, generar más opinión.

Por eso no deja de sorprender que en algunas ocasiones una crítica bien asentada, hecha de opinión, se tilde de valiente. Sorprende porque viene a insistir sobre un extraño estado de opinión instalado según el cual la crítica estáen un estado crítico. Cuando más bien lo que está en estado crítico es la institución arte. Esas expresiones, en el fondo, no hacen más que desactivar su posibilidad discursiva, asentando el tópico de una cobardía general o simplemente del vasallaje de la crítica ante el comisariado y las instituciones, dejando entrever una supuesta connivencia entre una y otra. Como si al hacer una mala crítica de una institución hubiese mucho que perder.

¿Quién quiere a Henry?
Vayamos por partes. En primer lugar, en un sector tan escuálido es bien poco lo que hay que perder. Desde luego, si las razones para dedicarse a la crítica son económicas, mal economista estás hecho. Al menos que nos dejen la diversión. En segundo lugar, ese poder omnívoro que han cogido las instituciones no es que asuma sin problemas la disensión, sino que como hemos visto queda borrado: dos no discuten si uno no quiere. Y en tercer lugar, si la institución es lo suficientemente inteligente y a ello liga su voracidad, una mala crítica puede ser un paso, no sólo para no enemistarse con la institución, sino todo lo contrario. En una ocasión un crítico bromeaba sobre hacer una crítica-crítica con una exposición porque laúltima vez que lo había hecho la institución a la que criticó le ofreció trabajo. Esto que a primera vista puede parecer bastante perverso quizá no lo es tanto. Ya que estamos en temporada de Mundial de fútbol voy a tomar un ejemplo futbolístico. Es posible que el jugador del Arsenal, Henry, tuviese decidido quedarse en su equipo antes de perder la Copa de Europa ante el Barça. Pero sin duda la vía más rápida para ser codiciado por el equipo de Barcelona no era facilitarles la victoria, sino encajarles un par de goles en la final. Esa era la mejor manera de mostrar sus credenciales.


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