Bien. Perfecto. Después de más de cuatro años dándole vueltas, el Consell de les Arts ha sido aprobado por el Parlament. En este tiempo ha habido de todo: desde el informe Bricall para la cultura y la viabilidad del consell que se presentó en 2005; hasta los juegos con las listas y posibles miembros; pasando por el hecho de que entre medio han desfilado al menos tres consellers (Caterina Mieras, Ferran Mascarell y Joan Manuel Tresserras... tempus fugit). También, ya en el terreno del arte, ha habido cambios sustanciales. En el lado no polémico: se constituyo el Centre d’Art de Girona, el concurso lo ganó Rosa Pera, en un proceso ejemplar, con informes sobre su puesta en marcha, un comité asesor... En la balanza polémica: se fue Manuel Borja-Villel del Macba al Reina SofÃa y Bartomeu Marà ganó en un concurso la plaza de dirección, en un proceso que tubo sus conflictos (el patronato no querÃa concurso sino elección a dedo), que provocó constantes apelaciones a que si el Consell estubiese ya formado las cosas no sucederÃan asÃ. Y más polémico el cambio de dirección en Santa Mònica con nuevas apelaciones al Consell. Ahora ya está aquà y no le queda poco trabajo por delante. De entrada hay previstos por lo menos tres concursos: Vic, Canódromo y Virreina. En arte podemos estar contentos: Pilar Parcerisas ocupa una vicepresidencia, Xavier Antich y Chantal Grande también forman parte. Y, eso sÃ, de momento no tiene sede... más trabajo.
Bien. Perfecto. O no tanto, pero en fin, resuelto. Barcelona tendrá un centro de arte que responderá al célebre manoseado término de kusthalle. En el antiguo canódromo de la Meridiana, gestionado e impulsado a medias entre Generalitat y Ayuntamiento. Antes del verano la dirección (por concurso) y la cuestión de la entidad jurÃdica propia quedará resuelta. Y antes de marzo de 2010, en un año, tiene que estar en marcha. Asà lo exige el plan de Zapatero, que aporta el dinero para su reconversión. Un plan que ha venido a salvar una situación envenenada desde el cambio de dirección en Santa Mònica. Entre medio cientos de episodios: un conseller que declara su necesidad de un lugar para hacer propaganda del departament; un director que dimite mientras es contratado por otra institución en Madrid; una institución (Krtu) que queda absorbida por Santa Mònica; una plataforma que aprovecha el caso para tomar voz y espacio público (Cultura de Base); y una programación que complacÃa a muy pocos aunque todos, de una manera u otra, pasábamos por ahÃ... El caso es que Barcelona gana un espacio para el arte contemporáneo, en una institución impulsada por las dos administraciones de la ciudad, con libertad de acción y entidad jurÃdica propia. Hay cabos sueltos, es cierto: la Meridiana, quizá, no es el mejor sitio, tampoco es el peor (al menos no es el Besos); y falta saber que tienen en la cabeza los polÃticos, si algo con las dimensiones de un centro cÃvico (Sant Andreu) o con las que tenÃa el CASM. Pero no podemos quejarnos de como ha quedado la cosa: se ha ganado una institución y está por ver que hará Santa Mònica.
Asà que vale, después de tanto tiempo dándole vueltas y más vueltas a las polÃticas culturales finalmente tocará ponerse a trabajar en cultura. SÃ, la vigilancia seguirá siendo necesaria. Pero tengo para mi que en este tiempo se ha producido un cambio de óptica, que como he comentado en alguna otra ocasión el intelectual y los creadores se han dedicado a hacer el trabajo del administrador. Para poder pensar o trabajar en polÃticas culturales será necesario que antes que nada haya cultura. Si el espacio de la cultura queda completamente ocupado por el espacio de pensar cual espacio tiene que ocupar la cultura (sé que parece un trabalenguas) la propia cultura se convierte en solipsista. Asà que ahora, en plena crisis, más que buscar nuevos conflictos que justifiquen nuestra existencia, se tratará de salvar ese solipsismo, abrirse y crear el espacio de discusión pública (como siempre insiste Pep Agut) que implican el arte y la cultura.
Sin olvidar que en el fondo las dificultades que ha supuesto la puesta en marcha del Consell, las intromisiones polÃticas en Santa Mònica o el querer evitar a toda costa un concurso para el Macba surgÃan de la desconfianza profunda que los polÃticos tienen hacia la gente de la cultura. Sencillamente, porque aun consideran que la cultura es algo peligroso. No se me ocurre mejor alabanza.