DAVID G. TORRES

El final del culebrón

en Bonart, núm. 113, marzo 2009

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Bien. Perfecto. Después de más de cuatro años dándole vueltas, el Consell de les Arts ha sido aprobado por el Parlament. En este tiempo ha habido de todo: desde el informe Bricall para la cultura y la viabilidad del consell que se presentó en 2005; hasta los juegos con las listas y posibles miembros; pasando por el hecho de que entre medio han desfilado al menos tres consellers (Caterina Mieras, Ferran Mascarell y Joan Manuel Tresserras... tempus fugit). También, ya en el terreno del arte, ha habido cambios sustanciales. En el lado no polémico: se constituyo el Centre d’Art de Girona, el concurso lo ganó Rosa Pera, en un proceso ejemplar, con informes sobre su puesta en marcha, un comité asesor... En la balanza polémica: se fue Manuel Borja-Villel del Macba al Reina Sofía y Bartomeu Marí ganó en un concurso la plaza de dirección, en un proceso que tubo sus conflictos (el patronato no quería concurso sino elección a dedo), que provocó constantes apelaciones a que si el Consell estubiese ya formado las cosas no sucederían así. Y más polémico el cambio de dirección en Santa Mònica con nuevas apelaciones al Consell. Ahora ya está aquí y no le queda poco trabajo por delante. De entrada hay previstos por lo menos tres concursos: Vic, Canódromo y Virreina. En arte podemos estar contentos: Pilar Parcerisas ocupa una vicepresidencia, Xavier Antich y Chantal Grande también forman parte. Y, eso sí, de momento no tiene sede... más trabajo.

Bien. Perfecto. O no tanto, pero en fin, resuelto. Barcelona tendrá un centro de arte que responderá al célebre manoseado término de kusthalle. En el antiguo canódromo de la Meridiana, gestionado e impulsado a medias entre Generalitat y Ayuntamiento. Antes del verano la dirección (por concurso) y la cuestión de la entidad jurídica propia quedará resuelta. Y antes de marzo de 2010, en un año, tiene que estar en marcha. Así lo exige el plan de Zapatero, que aporta el dinero para su reconversión. Un plan que ha venido a salvar una situación envenenada desde el cambio de dirección en Santa Mònica. Entre medio cientos de episodios: un conseller que declara su necesidad de un lugar para hacer propaganda del departament; un director que dimite mientras es contratado por otra institución en Madrid; una institución (Krtu) que queda absorbida por Santa Mònica; una plataforma que aprovecha el caso para tomar voz y espacio público (Cultura de Base); y una programación que complacía a muy pocos aunque todos, de una manera u otra, pasábamos por ahí... El caso es que Barcelona gana un espacio para el arte contemporáneo, en una institución impulsada por las dos administraciones de la ciudad, con libertad de acción y entidad jurídica propia. Hay cabos sueltos, es cierto: la Meridiana, quizá, no es el mejor sitio, tampoco es el peor (al menos no es el Besos); y falta saber que tienen en la cabeza los políticos, si algo con las dimensiones de un centro cívico (Sant Andreu) o con las que tenía el CASM. Pero no podemos quejarnos de como ha quedado la cosa: se ha ganado una institución y está por ver que hará Santa Mònica.

Así que vale, después de tanto tiempo dándole vueltas y más vueltas a las políticas culturales finalmente tocará ponerse a trabajar en cultura. Sí, la vigilancia seguirá siendo necesaria. Pero tengo para mi que en este tiempo se ha producido un cambio de óptica, que como he comentado en alguna otra ocasión el intelectual y los creadores se han dedicado a hacer el trabajo del administrador. Para poder pensar o trabajar en políticas culturales será necesario que antes que nada haya cultura. Si el espacio de la cultura queda completamente ocupado por el espacio de pensar cual espacio tiene que ocupar la cultura (sé que parece un trabalenguas) la propia cultura se convierte en solipsista. Así que ahora, en plena crisis, más que buscar nuevos conflictos que justifiquen nuestra existencia, se tratará de salvar ese solipsismo, abrirse y crear el espacio de discusión pública (como siempre insiste Pep Agut) que implican el arte y la cultura.

Sin olvidar que en el fondo las dificultades que ha supuesto la puesta en marcha del Consell, las intromisiones políticas en Santa Mònica o el querer evitar a toda costa un concurso para el Macba surgían de la desconfianza profunda que los políticos tienen hacia la gente de la cultura. Sencillamente, porque aun consideran que la cultura es algo peligroso. No se me ocurre mejor alabanza.


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