DAVID G. TORRES

Tecnología interactiva

en Bonart, núm. 109, noviembre 2008

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Visita a Sevilla. La Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla (Biacs) celebra su tercera edición. Una bienal que siempre ha estado rodeada de polémica. Básicamente porque supone una gran inversión en arte, hablan de unos tres millones de euros este año. El problema es que esos tres millones se concentran en la Bienal, el resto del año no hay inversión más allá de la que cubre el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Así que colectivos, iniciativas individuales, posibilidades de desarrollo de trabajo o de programaciones se quedan como siempre a dos velas. El colectivo Zemos ha dado buena cuenta de toda la polémica en su página web (http://www.zemos98.org/)l.

Tras el paso de Harald Szeemann y Okwi Enwezor, en esta ocasión el comisario de la Biacs ha sido Peter Weibel. Peter Weibel es el director del Centro para el Arte y la Tecnología de los Medios en Karlsruhe, como su nombre indica, un centro que trabaja sobre la relación entre arte, nuevos medios y tecnología. Et voilà! la bienal este año está dedicada a la relación entre arte y tecnología. Bajo el título “Youniverse” se quieren destacar las posibilidades de interactuación del público con la tecnología y como el arte que hace uso de ella está en una predisposición ideal para que esa interactuación se produzca.

Varios ejemplos de ello: un micrófono que convierte las señales acústicas (nuestra voz, un silbido) en dibujos en una gran proyección (Golan Levin y Zachary Lieberman); Pips:Lab presentan unas espadas de luz (sí, en plan Lucky Skywalker y Dark Vader) que al moverlas generan imágenes de ese movimiento en una pantalla; o Marcelí Antunez, tres alfombras, al colocarte encima de una o de otra podemos ver a Marcelí peleándose con una pared lanzando pintura a lo Pollock, o peleándose con una pared lanzando pintura a lo Pollock (desde un ángulo distinto, por supuesto).

Todo ello me llevaba a pensar sobre la tan cacareada interactividad y la diferencia que hay entre moverse de una alfombra a otra para que cambie la imagen y cambiar de posición para ver un Pollock o un Rothko. Ya puestos, también pensaba en las Meninas, en Duchamp o en tantos otros. Y sí, pensaba que si interactividad es cantar en un micro y convertirlo en dibujo, lo de Duchamp o Velázquez no es interactividad. Es otra cosa, sin duda porque interviene el intelecto, cosa que no tengo tan segura en el caso de la Biacs (salvo contados ejemplos, Dora García o Toni Abad, que lamentablemente quedan arrastrados por el espectáculo interactivo de la exposición).

Lo triste es que sea esa interactividad y no otra la que según declaraba el comisario de la bienal (“El público será el protagonista”) esté la destinada a reunir arte y público. Así lo anuncian los carteles repartidos por Sevilla: una exposición para todos los públicos, en la que divertirse. Lo que está claro es que entre tanto alarde tecnológico, los tres millones se los han gastado. ¡Qué mejor manera de justificarlos!


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