DAVID G. TORRES

Pensar en los otros es pensar en nosotros

en Bonart, núm. 108, octubre 2008

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“Pensar en los otros es pensar en nosotros” es una de las de las premisas de la antropología moderna. Una premisa comparativa que puede ser útil para repensar los esquemas del arte contemporáneo sobre los que trabajamos aquí. Cada viaje no tendría tanto que ver con el conocer lo que se hace en otras latitudes como en pensar que hacemos. Aunque sólo sea para relativizar nuestra galería de quejas y pensar en aquel cuento del cascanueces: siempre hay alguien que está en peor situación. O no. Porque todo es relativo, las peores situaciones económicas no siempre se corresponden con malas situaciones creativas.

Es el caso de Argentina (donde a pricipios de septiembre pasé diez días trabajando): peor situación economica e infrastructural, sin duda; lo que no está tan claro es que la situación cultural también sea peor.

Empezamos por lo malo. Aquí ni hablar de SEACEX ni Institut Ramon Llull. Así que los artistas lo tienen peliagudo para salir fuera. Nada de un gobierno que infle de plata a Documenta o Bienal de Venecia para que sus artistas estén representados, tampoco para otros eventos menores (así es como deberíamos enteneder la fuerte presencia de artistas nórdicos, suizos o franceses en eventos internacionales como Manifesta, vía IASPIS en Suecia, Pro-Helvetia Foundation en Suiza o la AFAA en Francia). Aunque sí pasaron los del Palais de Tokyo de París, como nuevos conquistadores se fijaron en Fontana, Machi y Carlos Herrera: una refrencia del arte argentino, un artista de ámplia difusión internacional y un joven artista; los tres tenían obras con agujeros (¿?). Buenos Aires no tiene centro de arte, aunque sí el Museo de Arte Latinoamericano (Malba) y Rosario sí tiene un centro de arte, construido en un silo de nueve plantas, en decir con nueve salas de unos cincuenta metros cuadrados cada una y en estado de dejadez: no cartelas, no contexto explicativo de nada, ninguna voluntad de historiar nada o de contar con referentes. Me explican que el primer director del museo tenía un presupuesto de compras para la colección de 500 pesos mensuales (unos 150 €).

Pero Rosario también es el lugar que capitaliza los archivos de Tucuman Arde. El arte rosarino y argentino es deudor de ese momento comparable al “Grup de treball” aquí: puesta en marcha de prácticas conceptulaes cargadas de contenidos reivindicativos política y socialmente. Europa se ha hecho eco de ello (el mismo Macba le dedicó un buen espacio y llegó a Documenta), y ahora es tiempo de repensarlo desde el propio contexto argentino. A ello se han puesto plataformas como Ramona, una revista independiente, sin imágenes, en blanco y negro, cruda y dedicada a la reflexión sobre arte y cultura desde el 2000 (recientemente han puesto fecha final a su trabajo, el 2010). Y hay otras plataformas semejantes: el Basilisco, por ejemplo, una iniciativa de los artistas Esteban Álvarez y Tamara Stuby en la que tienen artistas en residencia y realizan intercambios.

Por cierto, la revista satírica cultural y política argentina se llama “Barcelona”, su lema “una solución europea para los problemas argentinos” es una guasa sobre el lema del mayor periódico del país, “Clarín”, “una solución argentina para los problemas argentinos”. Barcelona es Europa: ¿es posible tener iniciativas desde las que pensar una solución argentina para los problemas europeos?


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