DAVID G. TORRES

Carles Congost

en Lápiz, 131, Madrid, abril 1997

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Studio Meyeta (Barcelona)

Si podemos extraer algún elemento común entre ciertos artistas actuales que rondan la treintena es que los "estigmas" del autor, sus "tics" o "trucos", parecen irse desplazando de la superficie de las obras al contenido, en un ejercicio de afirmación y negación continuo. Así sucede en el caso de Carles Congost: desde una propuesta tan solo aparente banal y simple, su obra se enrosca en un juego de cuestionamientos constantes.

El peso fuerte de la exposición –"The Congosound featuring Jessie"– se lo lleva la proyección del video "Jessie is thinking about it". Continuación de sus producciones videográficas anteriores donde introduce un giro en el que a la estética del videoclip, que hasta ahora había desarrollado, se le añade la narración visual y una serie de referencias televisivas, publicitarias y cinematográficas. Imagen fílmica y simulación de tres dimensiones por ordenador, intercalados y montaje de videoclip, más música house y easy listening compuesta por Vicent Fibla, parecen situar el trabajo de Carles Congost entre los artistas que utilizan las últimas tecnologías de la imagen. Pero en este caso es difícil discernir la verdadera naturaleza de la obra: videoarte, videoclip o tal vez cine. Paralelamente y casi como un juego más para salir de cualquier tipo de encasillamiento, Carles Congost presenta una serie de dibujos que irá realizando en las paredes de la galería mientras dure la muestra. Estos dibujos, que no tienen necesariamente que ver con la película, están hechos a lápiz directamente sin ningún tipo de planificación previa. Entre el video y los dibujos, entre la imagen tecnológica y el lápiz, se produce una confrontación entre alta y baja tecnología: una negación de la primera para afirmar la segunda y viceversa.

Un juego de contradicciones que se repite al enfrentar "alta" y "baja" cultura. En "Jessie is thinking about it", con un tratamiento de la imagen que simula el de las películas francesas de porno blando de los años setenta, la protagonista Jessie desarrolla un diálogo interior banal y frívolo sobre aquellas cosas que le gustan y las que no, sobre lo que hacen y dejan de hacer los artistas, sobre moda o la importancia de las relaciones personales. Sin embargo este juego banal, esta meditación aparentemente blanda, se desborda para cuestionar y reflexionar sobre aspectos de fuerte contenido: el rol del artista como estrella, las máscaras y trucos de los que se viste una obra o como ésta es consumida. Quizá recodando la Étoile afeitada en la cabeza de Marcel Duchamp cuando hacía referencia a que todo acto artístico surge de la materia gris, mientras Jessie revisa catálogos y revistas de arte le entra un picor en el moño y se rasca ofreciéndonos una imagen que iconográficamente nos remite a los primeros planos de las películas porno. Lo trivial, insustancial o lo kischt opuesto a lo reflexivo y trascendente: si los aparatosos y sesudos discursos de diferentes apuestas conceptuales han acabado desembocando en la banalidad, Carles Congost plantea la estrategia contraria. Con ello pone en evidencia a los primeros y amplia la apertura interpretativa de la obra.

El instrumento básico sobre el que funciona este trabajo no es tanto la ironía como el humor; y el sentido del humor cuando es auténtico empieza por uno mismo. En algún dibujo, en el presente video o en videos anteriores, Carles Congost aparece camuflado bajo el icono de una estrella pop: una forma de mofarse del artista elevado al estrellato y también de reírse de sí mismo. "Jessie is thinking about it", como casi toda producción cinematográfica o videográfica, es un proyecto colectivo en el cual la unicidad del artista queda cuestionada; sin embargo Carles Congost, siguiendo ese juego de afirmación y negación, aparece como cabeza visible, artista-estrella. En definitiva el humor lejos de establecer una distancia frente a la obra (como en ocasiones sucede con la tan nombrada ironía) es una forma de implicarse más estrechamente.

Más allá de la muerte del arte y más allá del revisionismo cuando creemos que ya no queda nada por hacer, la calidad de las obras se puede medir por su capacidad para, desde estrechos márgenes y empezando por ella misma, seguir cuestionando, desbordando y subvirtiendo el sistema del arte y nuestra capacidad de juicio; algo a lo que creo que Carles Congost ha demostrado responder ampliamente.


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