DAVID G. TORRES

Markus Pfänder

en Lápiz, 144, Madrid, junio 1998

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22A (Barcelona)

El actual espacio 22A tiene las horas contadas. La antigua nave industrial que hasta la fecha era aprovechada como galería y talleres de artistas se ve afectada por el plan de remodelación del barrio de Poble Nou en Barcelona. Atrás quedan dos temporadas de una de las programaciones de exposiciones más coherentes e interesantes que poco a poco se ha abierto un hueco en la ciudad. 22A es uno de los pocos, sino el único, espacio de exposiciones que representa una cierta alternativa al circuito de galerías más o menos convencionales. Todo un trabajo hecho desde el esfuerzo de la asociación de una serie de personas sin ningún apoyo institucional y que, más que una alternativa, son una muestra de que es posible trabajar de una manera distinta. Una manera alejada de las presiones que puede sufrir una galería y que se trasmite en la comprensión del espacio, de la obra y en la libertad otorgada a los artistas. Es una lástima que los deseos especuladores y de limpieza de cara del ayuntamiento de Barcelona acaben con las facilidades que ofrecía la antigua nave de Poble Nou. A la espera de que pronto encuentre un nuevo espacio en el que seguir su programación, 22A ha cerrado su temporada con la exposición Time Out del alemán Markus Pfänder, enmarcada en las actividades de la "Primavera Fotográfica".

Precisamente la exposición de las fotografías de Markus Pfänder transmiten esa compresión de la obra y el espacio que ha caracterizado a las muestras de 22A. Hay una cierta sequedad en el modo en el que están dispuestas las piezas: las grandes fotos de 1,30x1,30 m. se apoyan directamente en el suelo sin ningún tipo de artificio que las disturbie. Con ello el trabajo de Markus Pfänder toma todo el protagonismo y dice mucho de la calidad de las obras que por sí solas llenan el espacio. Pero es que esa coherencia llega mucho más lejos porque añade cualidades al trabajo que de otra manera podrían soslayarse, porque sus obras juegan en los peligrosos límites entre la fotografía, la pintura y la escultura. Se trata de fotografías hechas con una cámara Polaroid, más tarde refotografiadas y ampliadas. En principio este juego podría parecer una estrategia más de despiste propia de algunas producciones actuales. Sin embargo, en sus imágenes aparecen objetos vulgares en situaciones de equilibrio precario: una cuchara, una botella de vino, una taza, un plato o una vela al borde de una mesa. De por sí la imagen contiene una cualidad evanescente, pero al padecer ese proceso de refotografiado aún se diluye más, negando los matices explícitos del objeto y acercándose a una definición abstracta de la imagen. De alguna forma, Markus Pfänder ha seguido el proceso inverso a Richter. Si aquél había llegado a la fotografía o a lo real a través de la pintura, Markus Pfänder llega a la abstracción a partir de lo real. El primer límite entre la abstracción y la fotografía está planteado, pero también el segundo dado que su trabajo es eminentemente objetual, cercano al de Gabriel Orozco, y por tanto se sitúa en un límite difuso con la escultura y el "objet-troubé". De ahí la idoneidad de exponer sus fotografías directamente apoyadas en el suelo, como objetos.

Pero quizá el aspecto más destacable del trabajo de Markus Pfänder no está en los equilibrios lingüísticos que plantea, sino en cómo estos se adecuan a la imagen; a esa imagen a medio camino entre lo real y lo abstracto, en la que los objetos gravitan en una realidad inestable y precaria, evanescente. También ahí muestra su parentesco con Gabriel Orozco. Porque como el mejicano o como Concha Prada, Markus Pfänder se encuentra entre los artistas actuales que profundizan en una definición de la belleza contemporánea. Lejos de las proposiciones más inmediatas de los dos artistas citados, sus fotografías son barrocas, retóricas y escenográficas pero poseen esa misma condición casi metafísica en la que los objetos y los momentos banales pueden ser detonantes de situaciones inquietantes. Por ello las piezas expuestas en 22A soportan la presión del espacio y la sequedad con la que son mostradas, porque un poco a lo Vermeer tienen una capacidad de irradiación, de pulsión vibrátil convocada de la manera más sencilla: por la austeridad de un objeto que vive en un difícil equilibrio. La fuerza del trabajo de Markus Pfänder reside en la aparente inocencia que destilan sus imágenes, en la simplicidad traída desde un trabajo complejo. Complejo, porque en definitiva no sólo se plantea esa búsqueda de la belleza contemporánea, inestable y efímera, sino también porque parte de una reflexión de los géneros tradicionales en arte. Tazas, velas, platos, botellas o cucharas sobre una mesa no son otra cosa que naturalezas muertas. Finalmente su obra trata de la reactualización de un género tradicional en la pintura y de la belleza, pero planteado en términos estrictamente contemporáneos, en otras palabras, busca desde un margen estrecho una nueva formulación de la obra que se abra hacia múltiples vías.


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