DAVID G. TORRES

Madrid pendant Arco

en Art Press, 246, París, mayo 1999

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A.r.c.o. (la feria internacional de arte contemporáneo que cada año se celebra en Madrid) aparece como un balón de oxígeno ante los déficits del arte español frente al discurso internacional y como centro de confluencia de la actividad nacional. Francia era el país invitado de esta última edición. Nicolas Bourriaud, el comisario encargado de la selección de galerías francesas, inauguró la feria con unas controvertidas declaraciones. Acusaba al arte español de empeñarse en crear fronteras, mientras cada día es más evidente que en arte es preciso eliminarlas. Bourriaud ponía el dedo en la llaga del verdadero problema del arte en España: pese al interés de muchos de sus artistas se hace patente una escasa proyección internacional. Antes de volvernos a cobijar en un proteccionismo nacional, es necesario entonar un mea-culpa y discernir las vías de solución.

Y ahí estaba el arte francés para ofrecernos un buen ejemplo. Porque a lo largo de los “stands” de las galerías francesas y de las exposiciones de arte francés en Madrid no vimos tanto arte francés y sí mucho arte hecho en Francia o desde Francia. Tras 20 años en los que el arte francés parecía ausente, salvo los nombres aislados de Bernard Lavier, Sophie Calle o Chirstian Boltanski, se muestra ahora en plena vitalidad. En primer lugar, por haber sabido recuperar esa idea de París como cruce de caminos, como ciudad que sirve de anfitriona sin buscar señalar lo nacional y sabiendo convertirse en el lugar de confluencia de los centros locales y la actividad local de Francia. Y en segundo lugar por la apuesta fuerte que algunas galerías han hecho por las nuevas generaciones: renovarse o morir. Así el “stand” de Chez Valentin en a.r.c.o. estaba dedicado exclusivamente, como si de una exposición individual se tratase, a Franck David, un artista prácticamente desconocido en España. Una apuesta arriesgada, frente a los “collages” de artistas en las otras galerías, y efectiva porque en su conjunto la obra de Franck David parecía una de las más interesantes de la feria.

Pero al fin y al cabo, a.r.c.o. es una feria, un lugar donde se compra y se vende arte (¿?), y sin embargo al hablar de ella siempre estamos tentados a hacerlo de otra forma. Esto es así porque desde el año pasado la feria ha querido afianzarse como exponente del arte más reciente, innovador y experimental, convirtiendo a Madrid durante unos días de invierno en capital del arte contemporáneo: dentro de la feria los apartados dedicados a arte informático y nuevas tecnologías, y los Projets rooms en los que una galería selecciona un artista que desarrolla un proyecto específico para la feria; y, fuera de ella, las galerías y centros de arte de la ciudad muestran durante esas fechas sus exposiciones de gala.

Tras su segundo año de existencia, el espacio dedicado a los Projets Rooms es lo más interesante de la feria. De entre los franceses la instalación de Thomas Hirschhorn Exchange value room, Bernard Lavier en la Galería Spartà y Michel François en Gebauer. Por lo demás destacaban los proyectos realizados en vídeo: Francis Alys con un vídeo de dibujos animados muy sencillos en los que una figura femenina vertía constantemente agua de un vaso a otro, Canción para Lupita; Liliana Porter con una serie de pequeños “cuentos” protagonizados por muñecos mecánicos de una magnífica simplicidad; el artista catalán Perejaume presentaba la filmación de un telón que caía infinitamente; y Sur l’autorrute, la última película de Mabel Palacín, un juego de reflejos y sombras que plantea cómo la única posibilidad de explicar una imagen es a través de otra imagen.

En el Círculo de Bellas Artes se podía visitar la exposición France. Une Nouvelle Génération. Entre los 16 artistas seleccionados despuntaban las obras de Claude Closky, Nathalie Elemento, Marie-Ange Gilleminot, Fabrice Hybert, Pierre Joseph, el ascensor tumbado de Pascal Pinaud, Yvan Salomone, Xavier Veilhan y Thomas Hirschhorn. Sin embargo el recorrido de la exposición contrastaba con la impresión general que se podía sacar tras visitar las galerías en a.r.c.o., permitiendo deducir algunas claves del arte francés actual. Y es que en general el arte francés ofrece cierta impresión “decontracté”, como cierta dejadez en la formalización final de la obra. Tal vez por ello sobresalen trabajos tan “limpios” como los de Xavier Veilhan y Pierre Joseph (presentes por toda la feria) que sin embargo desde aquí son más próximos e identificables con otras obras de artistas españoles. En el otro lado de la balanza, los que más sorprenden, o los que a mí más me sorprenden, son aquellos que llevan al extremo esa dejadez formal que roza lo efímero y desacredita la singularidad de la obra de arte, tal es el caso de Franck David, Fabrice Hybert o Thomas Hirschhorn.

Fuera de la feria, las galerías Helga de Alvear y Elba Benitez exponían el trabajo de algunos de los artistas más interesantes del panorama español. En la primera se solapaban el trabajo del sevillano Jesús Palomino y de Mitsuo Miura. El trabajo de Mitsuo Miura, artista japonés afincado en Madrid desde finales de los sesenta, suma el minimalismo y el pop a la tradición artística japonesa, realizando abstracciones de planos de color que reflejan la imagen de la ciudad. Por su parte, Jesus Palomino pertenece a una nueva generación de artistas españoles de múltiples intereses. En Helga de Alvear presenta una nueva edición de sus “casas”. Las casas de Jesús Palomino están hechas de cartones coloreados y de restos encontrados; precarias e inestables contrastan irónicamente con el aspecto seguro y racionalista del espacio de la galería. Fragilidad y levedad que surge de una fuerte densidad conceptual y de una intensa reflexión sobre la condición precaria de nuestro “estar en el mundo”.

En la galería Elba Benítez, Ignasi Aballí, un artista que desde la pintura ha reflexionado sobre los rastros del tiempo y la memoria, ha expuesto algunas de sus últimas obras. En primer lugar, dos cuadros hechos con recortes de periódicos ampliados y transferidos a la tela. En ellos sólo aparecen cifras inconexas de números de personas, de muertos, de dinero en pesetas: muertos y personas que pasan a engordar listas olvidadas, en las que lo de menos es la cantidad y sólo resta la forma. En segundo lugar, Ignasi Aballí exhibe un vídeo (presente en la última Bienal de Sidney) en el que ha enlazado los créditos finales de diferentes películas. Así provoca un intercambio entre la realidad y la ficción: muestra lo único real de una película, aquellos que han intervenido, que sin embargo es lo único olvidado, casi ni visto.

De entre las grandes exposiciones programadas en Madrid durante a.r.c.o. la más interesante sin ninguna duda era la del último trabajo de Ilya Kabakov en el Palacio de Cristal (un espacio gestionado desde el m.n.c.a.r.s.). En el Palacio de los proyectos, una inmensa estructura de madera y paredes blancas traslúcidas con forma de espiral, Ilya Kabakov ha recogido (o inventado) multitud de proyectos y de inventos delirantes, llenos de sentido del humor o de ternura hechos por personajes anónimos: Kabakov declaraba que “la única manera de llevar una vida humana digna es tener un proyecto propio”. Esta impresionante obra se convierte en un verdadero monumento a la humanidad, a la suma de hechos absurdos y de cotidianidades con las que nos reencontramos con el género humano.

A final de cuentas la función de a.r.c.o. en España es, no sólo ser un acicate para la formación del coleccionismo nacional, sino sobretodo, ser un punto de confluencia para la creación de una verdadera infraestructura de contactos internacionales apostando por las últimas tendencias en arte. Afortunadamente, esa es la línea que se ha subrayado en las dos últimas ediciones, en especial en la de este año.


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