DAVID G. TORRES

Federico Guzmán. Insideout: el jardí del cambalache

en Transversal, 16, Lleida, novembre 2001

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Fundació Tàpies, Barcelona

La terraza de la Fundació Tàpies habitualmente sirve para descansar un rato de la intensidad a la que nos tiene acostumbrados la institución. La terraza, por su propia idiosincrasia un espacio exterior que sin embargo no es público no puede dedicarse a la realización de una programación como la de un “Projet room” al uso. De ahí la idoneidad del proyecto que Federico Guzmán ha desarrollado allí. En primer lugar porque esa terraza no ha dejado de ser lo que básicamente es, un lugar de descanso, es más Federico Guzmán ha subrayado esa función: libros, dibujos, ordenadores, vídeo y sillas en las que repasar relajadamente sus propuestas. Y sobretodo un jardín que es, en realidad, un huerto. Ese huerto destacaba la condición social o de sociabilidad que el proyecto quería tener. Su producción, plantas alimenticias, aromáticas y medicinales, era ofrecida a los espectadores por medio del trueque. Los objetos obtenidos forman parte de una especie de colección intercambiable que junto con grandes dibujos y fotografías también se expusieron.

Insideout: el jardí del cambalache pone en marcha estrictamente lo que el título enuncia. Relaciona el interior del museo con el exterior porque hace de él un lugar de intercambio, de sociabilidad y de intervención del espectador, intentando recuperar el potencial comunicativo del arte o, como mínimo, del espacio en el que se muestra el arte, en línea con lo que Nicolas Bourriaud ha denominado “estética relacional”. Y lo hace fundamentalmente a través del “cambalache”. El “cambalache” o el trueque, tal y como ha escrito Montse Badía, funciona como “un comentario al ritmo implacable del capitalismo y como exploración de las fisuras del sistema”, porque frente a él opone un modelo de mundo que sería más habitable si las relaciones comerciales estuviesen basadas en la necesidad, la comunicación y el entendimiento entre las personas: es un modelo naif e imposible dadas las actuales circunstancias. Pero precisamente su imposiblidad es la que hace del trueque no tanto un modelo quimérico como un verdadero comentario malintencionado y crítico sobre el capitalismo tardío.


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