DAVID G. TORRES

Vídeos de ocasión

en ¿? abril 2003

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Fundació Antoni Tàpies (Barcelona);
7, 14 y 21 de febrero de 2003

En la presentación de “Videos de ocasión”, Antonio Ortega (que con Jorge Luis Marzo preparó la programación y la selección de piezas) advertía de los peligros de una cámara de vídeo en manos de según quién. Evidentemente, hacía una alusión irónica al propio contenido de la programación: videos de baja calidad técnica, incluso de nula calidad en algunos casos, cámara en mano, plano fijo, sin cortes; registros de acciones más o menos performáticas. Pero también, otros bien producidos, con referencias al mundo del espectáculo y la televisión. Quizá porque ese peligro que irónicamente Antonio Ortega advertía tenía que ver con lo que podríamos llamar baja densidad aparente: de baja cultura, de simple entretenimiento, de falta de pretenciosidad o cero voluntad de trascendencia. En breve, alguien que coge una cámara y filma.

Esa mezcla entre la idea de espectáculo y entretenimiento, el do it yourself, ironía, anécdota y desfachatez es lo que marca el hilo argumental de “videos de ocasión”. En otras palabras, esa especie de referencia a “lo casposo” es lo que hilvana las caídas continuas de Peter Land como una especie de patético comediante, Pepo Salazar construyendo un “Superman” de trapo y tirándolo por la ventana, el propio Antonio Ortega refilmando plano a plano un gag de la pareja de cómicos Faemino y Cansado, Domingo Sánchez Blanco enfrentándose a otro artista en un combate de boxeo, Fabienne Audéoud recreando en su casa el suicidio de una diva de Hollywood o el vídeo de 1975 de T.R. Uthco y Ant Farm “The eternal frame”. Este último es la única referencia histórica de la programación: todo un acierto haber recuperado esta extraña pieza, un hito del video arte (aunque sea casposo).

T.R. Uthco y Ant Farm refilmaron en sus espacios originales las famosas escenas del asesinato del presidente Kennedy, encuestando sobre la marcha al público atónito que revivía en directo el episodio, visitando el museo dedicado al presidente asesinado en Dallas disfrazados del propio Kennedy y Jacqueline y, en general, mostrando todos los trucos, disfraces y artificios de la puesta en escena. Ya en 1975, T.R. Uthco y Ant Farm ponían en cuestión el papel de los medios de comunicación y “tocaban” de manera crítica uno de los pilares americanos: el asesinato de JFK.

Sin duda lo que caracteriza a la pieza de T.R. Uthco y Ant Farm es su falta de voluntad por sentar las bases de lo que es o debe ser el video arte o el uso del vídeo en arte: simplemente lo usan como un medio, en este caso, documental. Esa especie de falta de preocupación por el medio en sí es lo que en definitivas cuentas ha caracterizado la programación de “Videos de ocasión” y es ahí donde tan importante es lo que se quiere decir como lo que no se dice. El intento por desacralizar el medio vídeo en arte implica una toma de postura crítica implícita frente a un uso que, en ocasiones, sólo se justifica por ser un instrumento de moda (como en otros momentos pudo ser la pintura) o por sus elevados costes de producción. Esta crítica implícita no se dirige inocentemente a las grandes producciones en arte, ni mucho menos: sino a cómo en ocasiones la producción o cierta petulancia es utilizada (no ya sólo en vídeo, sino en arte) como tapadera que cobija un gran vacío. Frente a ello la selección de “Videos de ocasión” ha intentado seguir la estrategia contraria: trabajos de apariencia vacua y que sin embargo es ahí, bordeando lo ridículo, como consiguen una eficacia crítica o, cuando menos, de apertura en el campo del sentido. Siguiendo con la ironía, convendría preguntarse entonces quién tiene más peligro con una cámara de vídeo en la mano y, lo que es parecido pero no es lo mismo, quién puede ser más peligroso con ella.

“Videos de ocasión” ha sido una buena oportunidad para ver algunos trabajos prácticamente desconocidos en el panorama local y unas prácticas poco habituales por estos lares que en ocasiones sufren demasiado el contagio de la fiebre del diseño. Al mismo tiempo, al tratarse de una programación realizada intencionadamente a partir de una idea que flota y atraviesa las diferentes piezas, se ha alejado del acostumbrado popurrí de videos sin otra justificación más allá del medio. Quizá entre la despreocupación absoluta por el vídeo mostrado de manera acumulativa y la intransigencia de mostrarlo siempre con su dispositivo expositivo, “Videos de ocasión” ejemplifica un camino intermedio, menos “chiíta” y no menos fiel al medio: exponer una serie de trabajos flexibles o pensados tanto para ser expuestos como para ser programados en una sesión y articularlos bajo un argumento o una idea que los cruza.


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