DAVID G. TORRES

Martí Anson

en Art Press, 288, París, marzo 2003

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Galería Toni Tàpies (Barcelona);
21 noviembre – 18 enero

Cualquier manual de arquitectura especifica cuales deben ser las mínimas reglas de distribución de una vivienda. Martí Anson ha construido un apartamento siguiendo esas normas a la inversa: por la puerta de entrada se accede directamente al retrete, de ahí a la cocina para pasar al dormitorio que comunica con el salón que, finalmente, da acceso a un pasillo que no lleva a ninguna parte. “El apartamento”, título de la pieza, es simplemente un apartamento mal distribuido. Aunque, evidentemente no es un apartamento “real”, sino una maqueta construida a escala 1/1 dentro de la galería: todas las piezas del mobiliario son falsas, incluidos el váter y la cocina, realizados en madera lacada, y los muros están ligeramente elevados del suelo. A pesar de parecer un espacio real, es un simple escenario: un espacio de tránsito de dimensiones reales, pero que no lo es. Se trata más bien de una ficción de realidad a escala real: parece que no sea tanto una maqueta ampliada, como que el espectador a quedado reducido, incorporado a una maqueta: su experiencia es como la de un falso muñeco animado en una relación imposible con lo que le rodea.

En los espacios supuestamente habitables y aparentemente amables que realiza Martí Anson no plantean una crítica arquitectónica o una denuncia social sobre los lugares que habitamos: tienen más que ver con el tiempo y su percepción. Al igual que sucedía en una película de Charlie Chaplin que desmontó y volvió a montar agrupando todas las escenas iguales, en “El apartamento” no sólo hay una mala distribución sino una especie de desmontaje de un hipotético apartamento original: es una especie de puzle o rompecabezas descompuesto, que de alguna manera intentamos recomponer intelectualmente.

En muchos de sus trabajos anteriores Martí Anson ya había buscado provocar ese tipo de experiencias dislocadas en el espectador —en pasillos incomunicados, estancias repetidas o acciones suspendidas como en el vídeo “Penalti” que presento en Iconoscope en Montpellier—, ofreciendo todas las claves para una posible actuación o comunicación con la pieza que constantemente se veía frustrada. Esa especie de participación frustrada que propone difícilmente puede encajar bajo términos tan manoseados en arte y tan a la moda como “interactuación” y, al mismo tiempo, abre su trabajo hacia terrenos interpretativos que buscan una cierta puesta en crisis del espectador.


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