DAVID G. TORRES

El arte contemporáneo es reaccionario

en Bonart, febrero - marzo - abril 2016

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Quizás el título del artículo es excesivo, tan reaccionario como para llamar la atención. Y quizás no es tanto que todo el arte contemporáneo sea reaccionario, como que muestra rasgos reaccionarios. O por lo menos que está a la retaguardia, que obviamente ya no es moderno ni avanzado o progresista, sino que es más bien vintage.

Desde hace tiempo mi amigo Eduardo Pérez Soler, editor y crítico en un sentido profundo de la palabra, habla de como el arte contemporáneo ha dejado de estar en la vanguardia. De hecho había escrito algún artículo y hecho alguna presentación en el antiguo Centre d’Art Santa Mònica en los que justamente hablaba del arte en la retaguardia. La retaguardia sería el reverso de aquel anhelado carácter vanguardista que había tenido el arte en la primera mitad de siglo XX, justamente durante las vanguardias. Según Eduardo, en este siglo XXI en el que vivimos plenamente el simulacro anunciado por Baudrillard, el arte básicamente recupera estrategias del pasado y las vacía de contenido para mostrarlas de manera vintage, nostálgicamente. Y va más, allá, el arte en la retaguardia vendría a significar que efectivamente el arte ya no está en la vanguardia de la producción intelectual, no se avanza a los tiempos sino que no le queda más remedio que ir a rebufo del pensamiento más radical, los avances tecnológicos e incluso de la parte de esos avances que afectan a la cultura, a remolque de cine, vídeo, música, nuevas formas de distribución del conocimiento…

En efecto, en cuanto pensamos en su forma de distribución está en la retaguardia total, a rebufo y es, ahora sí, reaccionario. Para enunciarlo claro, en la era de internet, de las redes sociales, del valor de lo intangible, es decir, en una era en la que además de aspectos negativos podríamos hablar de un campo propicio para el trabajo colaborativo, la disolución de la autoría unívoca, la obra única o la primacía de las ideas y conceptos sobre las formas (¿acaso no son todos ellos conceptos integrales de las vanguardias?), el modelo económico del arte sigue anclado en un sistema de distribución de bienes que no ha variado sustancialmente en los últimos dos siglos.

Pero, hoy quería fijarme en un aspecto aún más anecdótico de esa cara cada vez más claramente reaccionaria del arte contemporáneo. Y es el regusto ahora decididamente antiguo que ocupa buena parte de la patina exterior de todos los involucrados en arte: por encima de la arquitectura contemporánea, las casas antiguas reformadas y como mucho modernas vintage; la mecánica antigua, desde coches hasta aparatos de cine, tocadiscos y vinilos, por encima de la última tecnología; la desconfianza a lo más actual y el gusto por lo clásico; el desprecio a Ikea (a pesar de que todas las exposiciones están amuebladas a su costa) frente al diseño escandinavo clásico…

No, si al final el título del artículo es efectivamente incorrecto, y mi amigo Eduardo está equivocado: el arte ni en la retaguardia, ni reaccionario, simplemente hipster.


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