DAVID G. TORRES

Saatchi is dead

en Bonart, núm. 158, abril-mayo 2013

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Me cuentan que en 1922 se expuso "La vicaria" de Fortuny en el Palau de la Virreina de Barcelona con una hucha al lado. El objetivo de la hucha era recoger fondos para comprar el cuadro y que pasase a formar parte de la colección de un futuro museo de arte de Cataluña. Es uno de los inicios de la colección del MNAC. La sociedad catalana comprando aquello a lo que no llega la administración. Es inimaginable trasladar el ejemplo a hoy en día. Obra de Ignasi Aballí, Toni Abad, Valldosera o quien sea expuesta para que pase a formar parte de la sociedad mediante donativos. ¡Venga ya!

Pero es sólo una anécdota. El origen del MNAC también está en la compra y donaciones de esa tan citada sociedad civil catalana. Ese grupo de empresarios y burgueses catalanes adinerados que retornan a la sociedad, en forma de cultura, lo que sacan de ella. Es también el origen del MACBA. Efectivamente, esa sociedad civil sigue estando en el MACBA: en el patronato, en la fundación y en el taller del museo. Pero también está en otros sitios. 

Desde hace algunos años hemos vivido la proliferación de fundaciones privadas. Las de los Vilacasas, Alorda, Suñol, Godia o, el último en llegar, Bassat. Y esta proliferación de fundaciones privadas implica un cambio significativo de actitud. Por un lado, el retorno a la sociedad de los beneficios que los más pudientes que sacan de ella ya no es colectivo, directo a una o unas organizaciones públicas, sino a una marca propia bien visible. Por otro lado, ya no sólo se ofrecen fondos para que se pongan en marcha organismos de uso público, sino que se reclaman del herario público recursos, financiación vía subvenciones, para que esas marcas sigan funcionando. Y, finalmente, lo más significativo, la pelota ya no se cede completamente a la cultura, a los agentes y profesionales de la cultura, sino que se decide e interviene directamente, se toman decisiones culturales sin la mediación de sus agentes, confiando muchas veces en el criterio personal.

Volver a confiar en la cultura, en los agentes de la cultura, en los artistas y escritores, en las iniciativas que ya funcionan, que están en marcha o que surgen de la propia cultura. Este es el reto. Quizás ahora que la crisis arrecia, que algunas de estas fundaciones han tenido que cerrar o tendrán que cerrar, es el momento de reencauzar esa devolución económica de la sociedad a la sociedad, de la empresa a la cultura y volver a creer en su iniciativa, en su capacidad y en su multiplicidad. Porque esa multiplicidad cultural y la creencia en su capacidad e iniciativa es lo que hace que una sociedad entera sea rica.


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