DAVID G. TORRES

Una conversación sobre fondos públicos, arte y sostenibilidad

en Bonart, núm. 154, agosto 2012

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Recientemente, en una inauguración, un amigo, que no trabaja en arte ni en cultura pero es uno de esos interesados por el arte y la cultura que tanto buscamos y que, algunos sí existen, me comentaba que no le parecía sostenible que buena parte del dinero público invertido en arte se fuese fuera. Se refería explícitamente a artistas y proyectos extranjeros. ¡Vaya! el comentario sonaba un tanto localista y sobre todo rompía ese anhelo internacionalista que tan instalado tenemos en nuestro contexto. No es una broma que un argumento sea localista, porque en definitiva va emparentado con argumentos sobre el derecho al trabajo de unos ciudadanos y no otros y puede llevarnos a extremos bastante mezquinos y políticamente repudiables. Aún así hicimos un repaso por las exposiciones en las instituciones cargadas con dinero público en la ciudad en los últimos tiempos. Y, en efecto, básicamente los artistas en exposiciones que recordábamos no eran del contexto de Barcelona-Catalunya-España, tampoco los comisarios y, apenas, las colaboraciones locales ocupaban las actividades paralelas de las exposiciones. Tampoco recordábamos tantas exposiciones en la temporada, y menos aún exposiciones de auténtica referencia, que hubiesen dejado huella, de artistas o propuestas señaladas o necesarias. Claro, la crisis aprieta, parece que no da para esas exposiciones y que tampoco para mantener un ritmo intenso, lo que significa exposiciones de seis meses.

Parecía así que lo que se imponía en la conversación era la necesidad de sostenibilidad. La crisis, la crisis, la maldita crisis, nos rondaba como parece rondar todas las conversaciones y situaciones. Más que rondarlas parece rodearlas y ahogarlas. Pero mi interlocutor me recordaba que efectivamente la crisis golpea a todos los sectores y yo insistía que en el sector del arte, ya de por sí frágil y precario, arrasa lo poco que queda. Y ahí volvía a aparecer ese dinero público que parece irse fuera. Más que eso, lo que razonábamos es que no sirve para sostener una situación entre creadores de diferentes ámbitos en arte que empieza a estar arrasada. Así que no nos quedaba más remedio que apelar a la responsabilidad de las instituciones que trabajan con presupuestos públicos para paliar la situación; sin duda, como siempre tiene que ser, haya crisis o no, para trabajar ofreciendo posibilidades de visibilidad a los proyectos y condiciones para llevarlos a cabo; y, como la situación es insostenible, para, siendo muy pragmáticos, evitar el descalabro. En definitiva, y esa es toda otra cuestión sobre los modelos de gestión de las instituciones, para trabajar no al servicio de un proyecto personal utilizando fondos públicos que subvencionan una carrera individual, sino como los servicios públicos que son y, para evitar el localismo, tanto ofreciendo esas exposiciones imprescindibles para todos como abriendo el abanico de trabajo hacia el propio contexto antes que desaparezca por inanición o huida.


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