DAVID G. TORRES

Todos Bartlebys. Sobre escritores y artistas (o al revés)

en Bonart, núm. 114, abril 2009

Versión para imprimir de este documento Enviar la referencia de este documento por email title=

Sergi Pàmies, en un reciente encuentro con Ignasi Aballí en el marco de un ciclo de charlas entre artistas y escritores patrocinado por Foto Colectania y Caja Madrid, iniciaba la conversación anunciando su escaso interés por el arte contemporáneo, porque no lo entendía, porque, según él, necesita de un libro de instrucciones, y eso le fatigaba. Aun así y dado que es alguien abierto de miras y curioso, le resultaba interesante tener una charla pública con Ignasi Aballí. Ante la situación intentaba ilustrar de alguna manera el trabajo del artista. Entendía que las imágenes de Ignasi Aballí son una reflexión sobre esto y sobre lo otro. Todo aderezado con sus habituales comentarios sobre su hijo y su indiferencia hacia esas supuestas reflexiones. La incomunicación entre el escritor y el artista estaba servida. Sólo se desbloqueó cuando el artista preguntó al escritor por su forma de trabajo. Esta consistía básicamente en no hacer nada. O más bien en ir a la compra, ver la tele, leer el periódico y explicarlo, escribir sobre ese pasar y no hacer nada. La sensación final fue que a Sergi Pàmies le costó ver que ese era el punto en común: que de la misma manera que sus escritos nos son reflexiones sobre tal y cual cosa, tampoco lo son las obras de Ignasi Aballí, que ambos surgen de la imposibilidad de hacer, que no hay reflexión sino dosis de sentido del humor, en ocasiones trágico, y que en ambos casos la creación surge de la misma complejidad contemporánea.

Sin duda la incomprensión de Sergi Pàmies no es caso más destacado entre los escritores. Bastaría con pensar en los ejercicios reduccionistas de Antonio Muñoz Molina, insistiendo en eso de que el arte contemporáneo requiere un libro de instrucciones, o Javier Marías, tomando el todo por la parte (arte público por arte contemporáneo) o mezclando peras con manzanas (la Cow Parade con Christo).

Pero también, y para ser justos, habría que señalar los movimientos en dirección contraria: la incomprensión del arte contemporáneo hacia los escritores contemporáneos. Cabe destacar la discusión que en A-Desk (www.a-desk.org) mantuvimos a costa de una mesa redonda celebrada hace un año en la Capella de Barcelona en la que participaron los artistas Rubén Grillo y Jorge Satorre, el comisario de exposiciones Manuel Segade y el escritor Julian Rodríguez. Julián Rodríguez intentaba desgranar un argumento en torno a la idea de verdad, a la condición de verdad o de verdaderas que tienen muchas actitudes en arte contemporáneo. Una actitud que habría encontrado puntos de inflexión en el disparo contra el brazo al que se sometió Chris Burden. Mientras, los artistas se empeñaban en subrayar que, bueno, que la distancia entre unos y otros está en que el escritor se ocupa de las palabras, que juega con las palabras. Iván de la Nuez, otro escritor preocupado por lanzar puentes entre unos y otros (sólo hay que ver que en su práctica profesional navega entre el arte, como crítico, comisario y director de exposiciones en la Virreina, y la escritura), intervino atajando la cuestión abruptamente: ¡los escritores no juegan con las palabras!

Efectivamente, no lo hacen de la misma manera que los artistas no proponen reflexiones a partir de la imágenes. De hecho, ahí estaba Julián Rodríguez hablando de la verdad, también podría haber hablado de lo real, como ese espacio que ocupa el arte (basta leer el breve ensayo que Martí Manen publicó también en A-Desk, precisamente con el título “La verdad”). Que Julián Rodríguez sea uno de los escritores que más se ha preocupado por cuestiones de arte contemporáneo no tiene tanto que ver con el hecho de que en, por ejemplo, “Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás” el arte aparezca como lei motiv o que esté plagado de referencias a obras y artistas; la relación está en otro sitio. Justamente en esa referencia a la verdad. Para decirlo de otra manera: en el ser consciente de la crisis del relato, en, frente a ello, pensar una posibilidad de escritura fragmentaria, aforística tal vez, pero en cualquier caso que no puede refugiarse en la mentira. Términos paralelos a las grandes cuestiones en arte: la crisis de la representación, la imposibilidad de un arte total, inmanente, definitivo y la sospecha de una necesidad de autenticidad, no de verosimilitud, sino de verdad.

Porque la idea de que el escritor juega con las palabras sería paralela a decir que el artista juega con las imágenes. Ahí el terreno queda abonado a expresiones como “se trata de una reflexión sobre esto y lo otro”; hipoteca la creación contemporánea a ese supuesto libro de instrucciones; y, finalmente, asienta el auténtico punto de desconexión entre unos y otros, un prejuicio más, bien escondido entre algunos escritores: que escribir tiene que ver con saber escribir. No. De la misma que el arte no tiene que ver con saber pintar, hacer fotografías o solventar una instalación. Tienen que ver con el tener algo que decir. Las maneras y los lugares como se intente decir dependen de un orden exclusivamente económico (se es artista porque se hacen exposiciones y se es escritor porque se publican libros) cuya ecuación sería: artistas-exposiciones-galerías-museos; escritores-libros-editoriales-librerías. La creación contemporánea es mucho más compleja y sus puntos de unión más evidentes si pensamos que tiene que ver con la capacidad para poner en marcha pensamiento. Aunque esté hecho de la imposibilidad de escribir, hacer o pensar. Aunque todos seamos, siguiendo a Enrique Vila-Matas (otro que cruza campos), un tanto Bartlebys.


Creative Commons License

Espacio privado | SPIP