DAVID G. TORRES

Registro de ideas

en Lápiz, 128-29, Madrid, enero-febrero 1997

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Galería Antonio de Barnola (Barcelona).

Bajo el título "Registro de ideas" Rosa Queralt ha reunido en la galería Antonio de Barnola dibujos de Joana Cera, Javier Peñafiel, Mireya Masó, Azucena Vieites, Jon Mikel Euba, Luís Macías, Yamandú Canosa y Xisco Mensua. El lugar de partida de la exposición bien podría ser la paradoja, puesto que paradójico es el intento de ofrecer dibujos de artistas para los cuales, como comenta la comisaria, la finalidad representativa ha desaparecido. La presente propuesta quiere recuperar la práctica dibujística como inmediatez de la idea y espacio de génesis. Esto es: nota, apunte, esbozo, lugar en el que se da el pensamiento, donde las obras se proyectan, se piensan, en otras palabras, registro de ideas.

Es una exposición compleja que ni formal ni conceptualmente se lo pone fácil al espectador. Ahí es donde radica su fuerza. La impresión inicial es de exceso: las paredes de la galería aparecen llenas de dibujos de ocho artistas. Demasiadas cosas para la mirada contemporánea acostumbrada a la disposición precisa, equilibrada, medida y austera de las muestras actuales; a las exposiciones bien diseñadas. "Registro de ideas" se parece más a aquellas exhibiciones de las vanguardias clásicas atestadas de cuadros unos encima de otros. Cuadros que eran tentativas, posibilidades y experimentos. Precisamente esta disposición formal excesiva es la más coherente para presentar dibujos: dado que su lugar de existencia es el cuaderno con lo que supone de multiplicidad, repetición y variedad. Aquí el cuaderno ha sido llevado al menos conceptualmente a las paredes de la galería. Frente a ellas la mirada tiene que detenerse y buscar, pasar y repasar hojas. Así, oscilamos entre la perplejidad ante el exceso y la complejidad de una mirada que no encuentra una tarea fácil.

Sin embargo el punto más oscuro de la muestra tiene que ver con el criterio: no en la elección de los artistas sino en lo que se quiere exponer como dibujo. En efecto, una exposición de dibujos puede ofrecer dos cosas: o bien ese marco operativo en el que se piensa la obra, donde se despliegan las ideas, apunte o nota a partir del cual el artista puede o no realizar un proyecto; o bien puede ser la obra en sí, es decir, el lenguaje en el que el artista desarrolla determinada propuesta. En la exposición ambas concepciones están enfrentadas. Así el problema de criterio se convierte en un problema de juicio: no es posible situar en un mismo plano producciones de distintos artistas siendo unas obras en sí y otras tan sólo bocetos, de la misma forma que no son comparables los Cahiers de Valéry a sus ensayos.

La obra de Luís Macías, dos rostros de perfil definidos por una sutil línea en la puerta de la galería y dos puntos rojos ligeramente deformados en la columna de enfrente, son dibujos fruto de una idea que ya ha sido transformada. Jon Mikel Euba presenta grandes pinturas murales que por su fijación en el trazo adquieren las características del dibujo y que forman parte de proyectos anteriores más amplios en los que el artista llenaba todo el espacio; en esta ocasión al ofrecernos sólo un fragmento su eficacia instalativa se pierde. En estos casos, en el gran papel lleno de pequeñas figuraciones y fotoimpresiones que presenta Yamandú Canosa y en las pinturas sobre papel enmarcadas de Xisco Mensua no se trata tanto de un registro de ideas como de verdaderas obras bien definidas que utilizan el dibujo como lenguaje.

Azucena Vieires ocupa casi por entero su espacio en la galería con dibujos en los que se apropia de imágenes de la mujer en la cultura de masas. Una especie de diccionario visual desde el que desarrollar su trabajo en el colectivo feminista Erreakziola/Reacción. Ella forma parte de los artistas de la exposición que se han tomado al pie de la letra la noción de dibujo como ejercicio de pensamiento. Son las propuestas más interesantes quizás porque en ellas quedan patentes las claves de su trabajo como proceso. Javier Peñafiel muestra la distancia y sin embargo profunda coherencia que existe en entre sus obras y los dibujos que aquí presenta. Dibujos en ocasiones narrativos que aíslan recortes de instantes, rastros de la memoria de los objetos. Son las ideas básicas con las que trabaja, el lugar desde el que Javier Peñafiel hará abstracción para elaborar piezas con esas mismas cualidades vivenciales. Los dibujos de Mireya Masó y Joana Cera tienen una relación formal directa con sus obras. Respecto a la primera en la insistencia en el trazo de bolígrafo fundamentalmente en el que hace referencia a obras como "Duende", una pieza hecha de bolas de pelo de gato. En Joana Cera contrasta el acabado cuidado de sus actuales trabajos fotográficos con el registro radical de sus ideas en la inmediatez de dibujos hechos a lápiz y frases entrecortadas, pero mostrando en ambos la misma densidad poética. Joana Cera es la más coherente con el postulado de la exposición: sus dibujos están colgados en la pared como arrancados directamente de una libreta. Su apuesta es la más fuerte en tanto que presenta verdaderos dibujos fruto de la instantaneidad de ideas que en su elaboración pueden devenir obras.


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