DAVID G. TORRES

De coraz(i)ón

en Art Press (¿?) marzo 1999

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Centre Cultural Tecla Sala, L’Hospitalet;
4 marzo - 23 mayo 1999

La decoración es una permanente posibilidad denostada en la historia del arte moderno. Lo decorativo se sitúa en las antípodas de los ideales fundadores de la modernidad: en “Ornamento y crimen” de Adolf Loos, en el miedo de Kandinsky a caer en él desmontando su proyecto espiritual o en los deseos de pureza de Greenberg. Sin embargo en el tiempo del pensamiento débil y de la “requete-posmodernidad”, es evidente la actual vigencia de la discusión decoración-abstracción en términos históricos. Aunque posiblemente sea más interesante la vigencia de lo decorativo y el ornamento a secas. Los síntomas son claros: trabajos como el de Rosemarie Trockel o Win Delvoye y exposiciones como la recientemente realizada en el Musée d’Art Moderne de Villeneuve d’Ascq. De todo ello se hace eco la exposición “De coraz(i)ón” comisariada por el crítico y artista Joerg Bader.

Una impresionante selección con obras de más de cuarenta artistas, en un recorrido que se inicia en el año 1965 para acabar en las tendencias de los años noventa, pasando por extraordinarias obras como los papeles pintados de Bernard Lavier realizada especialmente para la ocasión o el sofá-escultura de Lily van der Stokker. A pesar de ello el montaje no es para nada ordenado, las obras casi se superponen ocupando todos los espacios disponibles, desbordando los límites físicos de la sala de exposiciones hacia las escaleras, vestíbulos y despachos de la institución. Nada de frialdad expositiva, de paredes vacías que apoyen el valor aurático de las obras, sino todo lo contrario. Horror vacui intencionado, en definitiva la exposición habla de decoración, de ornamentación y de kitch. Y ya aquí empiezan a destilarse algunas de las ideas básicas que implica la defensa de lo decorativo en arte contemporáneo. De entrada la oposición al esencialismo propio de la modernidad, eficaz en esta muestra en la medida en que el aura de las obras queda destrozado por esa acumulación, por su propio montaje repartidas en el suelo para ser pisadas o precariamente pintadas sobre el muro, o por su propia esencia insustancial como la obra de pastelina de Leni Hoffmann. Lo decorativo es entonces no sólo una forma “otra”, lateral, de explicar el arte de este siglo, quizá a la contra, desde un aspecto esquivado y residual; lo decorativo es también una forma de poner en duda los discursos de autoridad en arte, esa es la referencia al pensamiento débil. Con ello ya no se sitúa en la discusión histórica entre abstracción y decoración sino en el centro de una cuestión actual respecto a la autoridad en arte y respecto a la esencialidad de la obra de arte. Una discusión que es deudora de los “gender studies” que han puesto en evidencia los discursos de masculinidad y de genitalidad que se escondían bajo la supuesta búsqueda de pureza en la modernidad. Un buen ejemplo de ello es la presencia de la obra de Rosemarie Trockel.

Lo decorativo es una posible vía de narración o de explicación del arte de las últimas décadas que se alza contra la historia conceptual y habitual de la modernidad, rescatando un término tabú. Sin embargo, en el hecho de asociar multitud de obras cuyos argumentos no son necesariamente los de lo decorativo, en el hecho de forzarlas (aunque sea mínimamente) hacia ahí, intuyo que también se esconde una voluntad por explicar las obras en términos generales (que no de género). El peligro máximo de ello es el mismo que padecía la explicación de la modernidad, resumir y eliminar complejidad a la obra. El peligro creo que podría ser aún más grave si pensamos en los argumentos que pueden destilarse bajo lo decorativo como explicación general del arte. Argumentos que tienen que ver evidentemente con el deseo de la crítica reaccionaria de que el arte sea inocuo restándole eficacia social, política y ética, para decirlo lo más claro posible, con su deseo de que sea bonito e inofensivo. Creo que el reto mayor del comisario consiste en dejar claro la condición vírica y crítica que puede esconderse tras obras aparentemente blandas.


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