DAVID G. TORRES

Pontevedra Biennal

en UNTITLED, núm. 23, Londres, otoño - invierno 2000

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XXVI Bienal de Arte de Pontevedra;
El espacio como proyecto / el espacio como realidad;
30 de julio - 1 de octubre 2000; Pontevedra, España

¿Qué aire respira la generación de artistas españoles, portugueses y brasileños que ronda la treintena? Esa es la pregunta que se ha hecho María de Corral, la comisaria de la XXVI Bienal de Pontevedra. Son los artistas nacidos en la segunda mitad de los años sesenta y primeros setenta, la generación que releva a los Pedro Cabrita Reis, José Pedro Croft, Juan Muñoz, Francesc Torres o Ivan do Spiritu Santo, algunos de los artistas portugueses, españoles y brasileños que durante los años noventa han estado presentes en certámenes internacionales. La Bienal es así una apuesta por una nueva generación. Y sólo eso dentro del contexto de exposiciones y comisarios internacionales da valor a la muestra. Quizá porque se aparta de ese intento tan international style, tan de arte “prêt-à-porter” que inunda la escena actual. De hecho un libro como “Cream” ofrece la opción sencilla y ajustada a la convención para organizar una bienal. En él podrás encontrar a los diez comisarios internacionales más destacados seleccionando para ti diez artistas cada uno, en total los cien principales. Es sencillo, con ese material escoges a unos veinte artistas y cinco más de la ciudad o país en el que se celebre la bienal.

Pero el trabajo en arte debe implicar el asumir riesgos y, sobretodo, la investigación y la búsqueda de nuevas obras y nuevos artistas con discursos sólidos que tengan algo nuevo que aportar. María de Corral declara en el catálogo que no quiso partir de un a priori conceptual, no había una tesis anterior a la cual los artistas habrían tenido que adaptarse. Primero trató de encontrar a los artistas, generar complicidad y más tarde ver qué puntos tenían en común, qué aportaban y sobre qué reflexionaban las obras de esa nueva generación de artistas portugueses, brasileños y españoles. Obras aparentemente tan distantes como el tejado construido en medio de una sala y apoyado directamente en el suelo de Marepe (Bahía, 1970), las maquetas y enormes recortables de partes de una casa de Raquel Gabelotti (Sâo Paulo, 1973), los dibujos y cuentos escritos directamente sobre la pared de Adriane Gallinari (Belo Horizonte, 1965), la videoproyección de João Onofre (Lisboa, 1976) en la que una pareja camina enfrentada sobre dos máquinas para andar de gimnasio de tal forma que nunca llegan a encontrarse o la videoproyección de Javier Peñafiel (Zaragoza, 1964), “Maltrato”, en la que un panel de flores es disparado lenta y perversamente hasta quedar totalmente destrozado; según la comisaria, todas ellas provocan una reflexión acerca de las distintas concepciones del espacio. Tal y como aclara en el texto de catálogo se trata de una reflexión sobre “the conceptual and physical context of the gallery itself; the social context of the city, region or country where the exhibition takes place; the studio as productive space; the exhibition site as a much wider “frame”; the attention paid to the urban envoirement as habitat; the existence of nature and countryside percived as a sensation of loss and distance and at the same time, as environements that are real and close to us; the response of our bodies themselves to space and to the work it contains; finally, the virtual space by means of which we receive most of our information”. Y de ahí el título de la exposición: “El espacio como proyecto / el espacio como realidad”.

Pero yendo un poco más lejos, ese cambio generacional es también perceptible en el interés de muchos artistas en buscar algún tipo de relación con el espectador e insertar la obra en la realidad. Así la propuesta de Tere Recarens (Gerona, 1967) consistió en fabricar una enorme habitación con grandes ventanas hasta el suelo cubiertas de cortinas; a su pieza se accedía atravesando una puerta de abertura mecánica y una vez dentro sólo se podía salir saltando por las ventanas. La de Tere Recarens es una propuesta lúdica que invierte los términos habituales de relación con el espacio, las cosas y la realidad establecida. La pareja de Lisboa formada por João Louro y João Tabarra, Entertaiment & Co., construyeron un pasillo en el que dos retroproyecciones enfrentadas ofrecían la imagen de sendos rascacielos, lo extraño e inquietante es que esas moles de cemento que forman la imagen de modernidad de las empresas establecían un diálogo entre ellas, un diálogo humano y absurdo. Martí Anson (Barcelona, 1967) presentó la obra “-Good Morning!”, se trataba de dos habitaciones idénticas unidas por un estrecho y largo pasillo oscuro. En la pieza de Martí Anson el espectador es el protagonista, es él quien experimenta una pieza que provoca un bucle en el tiempo, un agujero en el que no ha pasado nada y es en el espectador en quien se generan unas expectativas de cambio que se ven frustradas. Jarbas Lopes (Río de Janeiro, 1964) fabrica obras que lleva consigo, son una especie de grandes cortinas y de tiendas de campaña hechas de plásticos entrelazados en las que relaciona las soluciones estéticas de los suburbios de Río de Janeiro con el lenguaje del arte, dando al arte la categoría de elemento de primera necesidad.

En fin, una generación que sí muestra puntos en común y que tiene mucho que decir y aportar a la escena internacional. Son artistas que se han cansado de un arte que se miraba al ombligo y que busca formas de comprometerse con la realidad, de recuperar el arte como espacio de reflexión y cuestionamiento de esa realidad sin por ello perder un ápice de contundencia y de rigor.


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