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Para
algunos está claro que el
arte, y la cultura en general, tienen que ver con la intensidad, con
una actitud inconformista y crítica que, el mejor de los
casos, intenta no dejar títere con cabeza. No es que el
virtuosismo, la responsabilidad, la prudencia o el gusto educado y
refinado en la formas sean cuestiones repudiables, atrás
quedaron los tiempos de imposición y discursos de verdad.
Aunque tampoco hay que respetarlas, porque lo cierto es que ese tipo
de conceptos a algunos se nos atragantan. Así que, dejando
la
corrección para aquellos que quieran dedicarse a ella, hay
un
espacio en arte y en cultura que proviene de una tradición
para la cual el arte y la cultura interesan por cierta cualidad
irreductible -algo que justamente a mentalidades taimadas cuesta
entender-, por mantener una posición crítica, por
hacer
gala de incorrección y radicalismo. Y, en fin, por darse en
intensidad. Una tradición que anhela oír rechinar
de
dientes.
Rechinar
de dientes es lo que Gleil
Marcus, en Rastros de
carmín, dice que se oía
cuando Jonnhy Rotten arrastraba las erres de Anarchy in the
U.K., el mismo año 1977 en el que para celebrar
el
jubileo de plata de la reina Isabel cantó con los Sex
Pistols
subidos a un bote en el Támesis God save the Queen, her
fascist regime. El mayor valor del libro de Greil Marcus
es
haber recuperado el mito de la intensidad, un rumor de fondo o,
según
él mismo califica en el subtítulo del libro, una
historia secreta: un mapa de afinidades que ha emarcado algunas
manifestaciones culturales del último siglo. Porque ese
mismo
rechinar de dientes de Jonnhy Rotten, como ejemplo de rabia,
intensidad y radicalidad, también asegura que se pudo
oír
cuando Richard Huelsenbeck explicaba la posición de
Dadá
frente a la Primera Guerra Mundial. Sí, estaban por la
guerra,
pero hasta el extremo, dado que una de las pocas soluciones para una
sociedad que consideraba putrefacta era su destrucción
absoluta: "destruirlo todo, comenzar de cero"; como ha
dicho Manuel Delgado en numerosas ocasiones "sólo hay
destrucción cuando es hasta los cimientos". Y ese era el
propósito Dadá, teñido de toda la
incorrección
que fuese posible.
Y también cree reconocer el
rechinar de dientes en las proclamas de la Internacional
Situacionista. Pero los ejemplos de momentos de intensidad en arte
pueden multiplicarse: André Breton declarando que el mayor
acto surrealista consistía en salir a la calle y disparar al
azar; Yves Klein vendiendo trozos de vacío, nada, a precio
de
oro; Andy Warhol reproduciendo al mismo tiempo estrellas de cine y
coches estrellados en accidentes, latas de comida precocinada y
sillas electricas; uno de entre los menos conocidos, T.R. Uthco I Ant
Farm en 1975 rescenificando el asesinato de JFK en las mismas calles
de Dallas, preguntando a los transeúntes por la
impresión
de su reencontrada experiencia y visitando el museo JFK Memorial
vestidos como el propio JFK y su mujer Jacky; Jeff Koons
interesándose por el porno hasta el extremo de casarse con
Cicciolina y haciendo pública su vida mucho antes de que
apareciese Gran Hermano; Mike Kelley destrozando los iconos
formalistas y de estilo en arte mientras colabora con Sonic Youth, un
grupo cuyo nombre es en sí una declaración de
principios sobre la voluntad de ser intensos.
Pero
podría parecer como si, en
paralelo a las proclamas más reaccionarias sobre el fin de
la
historia, verdaderamente esta historia se hubiese parado. Parado a
costa de respetar una incipiente, pero raquítica, industria
cultural; a costa de contentarse con una revisión del
virtuosismo y el formalismo más rancios pero, eso
sí,
en clave tecnológica; o de encontrarse totalmente
agarrotados
por el peso de la responsabilidad política, cuando no de la
simple corrección política.
Frente a ello es necesario reivindicar
ese espacio de radicalidad en arte, en el que las apuestas son
asumidas hasta el final y no se permiten respuestas
melífluas.
Sin duda ese rumor, ese rechinar de dientes, sigue presente en arte
hoy: por el convencimiento de algunos artistas y críticos de
la necesidad de recuperar la radicalidad como una función
necesaria de la cultura. De la misma manera que los
dadaístas
huidos a Zurich en 1916 tuvieron la capacidad para oler el tufo
nacionalista que condujo a la guerra, hoy se trataría de
detectar la capacidad para oler el tufo a corrección
política
y a languidez institucional y, por supuesto, no perder de vista la
necesidad de mantener un pensamiento crítico, irreverente y
una voluntad a la contra frente los valores establecidos y ante
cualquier forma de sumisión.
Ahí está la incorrección
el grupo de artistas El Perro reproduciendo en una escultura una de
las famosas imágenes de torturas en las cárceles
de
Irak para promocionar una campaña de la marca Democracia;
François Curlet ridiculizando todas las nociones asociadas a
las banderas y los sentimientos patrios al elaborar la suya propia
con el motivo del jersey de Charlie Brown; Antonio Ortega hablando de
serios conceptos, casi propios del pensamiento alemán, como
son la resignación y la angustia, en un vídeo con
una
pequeña historia con moraleja explicada por dos dedos a modo
de marionetas; o el humor escatológico de la estalactitas de
pis congelado del grupo Gelatin.
En
el fondo, al hablar de intensidad,
se respira el convencimiento en el valor intrínseco de la
cultura, en su capacidad para afectar a los individuos, para generar
pensamiento crítico basado en la desconfianza absoluta hacia
los doctrinarios, vengan del campo que vengan, incluso de los
más
próximos. Lo que implica la desconfianza hacia la
búsqueda
de cualquier tipo de finalidad, la reactualización
constante de esos instantes verdaderamente revolucionarios, cuando
todo está en proceso de ser roto, pero también
repensado, justo antes de que se forme la institución.
Recuperando una vez más a Manuel
Delgado cuando, en el Animal
público, recuerda que
los muertos por los bombardeos en Madrid durante la guerra o los de
los francotiradores en Grozni eran individuos, personas que pasaban
por ahí (algo que es preciso volver a repetir con
insistencia,
los muertos siempre somos nosotros y los que matan siempre son los
mismos); una teoría de la intensidad en arte contemporaneo
reivindica la necesidad de reencontrar hoy ese momento en el que los
individuos no son disparados, sino que son ellos los que disparan.
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T.R. Uthco I Ant Farm
The eternal frame,
1975
En 1975 Chip Lord, que como Ant farm había llevado a cabo
acciones como lanzarse con un Cadillac contra un muro de aparatos de
televisión, se unió al grupo de artistas
multimedia y
performance T.R Uthco para realizar una recreación del
asesinato
de JFK en los mismos lugares en los que tuvo lugar. The eternal frame
es un film que documenta el proceso de recreación,
cómo
los componentes de T.R. Uthco I Ant Farm se caracterizan de JFK y
compañía, las impresiones de los
transeúntes y su
visita al JFK Memorial parodiando al presidente muerto.
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Guy Richards Smit
Where do we go
from
here?, 2004
Being Horny Wins,
2004
Guy Richards Smit ha venido a aportar un brillo satírico a
la
actual escena neoyorkina, especialmente con el vídeo Nausea:
una
rocambolesca historia en la que, con la estética y la
calidad
del cine porno, las aventuras de un artista se mezclan con las de una
estrella porno. Destripa los esquemas de comportamiento en arte y se
mofa de ellos, de la misma forma que en la serie de dibujos en las que
aparece él como estrella sexual o en los vídeos
en los
que es un cantante: The
artists who does not sing pop song is no artist.
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El Perro
Democracy,
2005
La reproducción de una de las famosas fotos de la Teniente
Mary
England abusando de los presos iraquíes en una escultura
escala
1/1 es parte de la campaña publicitaria del grupo de
artistas El
Perro para lanzar la marca Democracy,
como también camisetas con la marca escrita con
tipología
de letra Heavy-metal o de Disney.
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Gelatin
Zapf de pipi,
2005
Para la Bienal de Moscu 2005 el grupo artistas austriacos Gelatin, en
su afán por la escatología, construyeron un water
con el
sumidero directamente al exterior. Con el frío ruso se
formaba
una enorme estalactita de pis, una escultura hecha con la
participación de los visitantes, que destripaba las ideas
comunes sobre el contacto "creativo" del espectador con el arte.
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François Curlet
Charlie Brown flag,
2005
En 2000 cuando dejó de publicarse la revista Penaults
(cacahuetes) en la
que se publicaba la tira cómica de Charlie Brown,
François Curlet puso en marcha su maquinaria de
confusión
entre realidad y ficción y buscó un nuevo trabajo
para
Charlie Brown: una paupérrima parada para vender cacahuetes
en
el metro. Charlie Brown pasaba a ser su alter-ego, en el que el artista
aparece en el último eslabón en la cadena de
producción cultural. Puestos a ello, en 2005
convirtió el
famoso motivo del jersey de Charlie Brown en motivo de una bandera: una
bandera que, por absurda, convierte en absurdas todas las otras.
Así François Curlet insiste en la
tradición
ácrata, bufonesca y nihilista del arte
contemporáneo.
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Jens Hanning
Wach out,
1994
Wach Out
es uno
de los primeros trabajos de Jens Hanning. Realizado en
colaboración con Magnus Wallin, la pieza
consistía en
encerrar a dos perros en una galería atados a suficiente
distancia para no llegar a tocarse y, así, mantener una
situación de violencia y tensión contenida, por
supuesto,
los visitantes a la galería tenían que afrontar
también esa situación de tensión. En
su
participación en la Documenta 11, Jens Hanning propuso una
pieza
que pone de manifiesto las fisuras y tensiones de sociedades
supuestamente tolerantes como la danesa o alemana: unos altavoces y una
edición de carteles en Kassel y Copenhague en los que se
explican chistes en turco. También algunos de los trabajos
en
los que desvela las falsa tolerancia y el cinismo de una supuesta
convivencia de la sociedad occidental fueron expuestos en 2004 en el
ciclo de Montse Badía en el Espai13 de la
Fundació Miro.
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-a
ver... un momentito... que ya...
-Qué,
cómo he quedado?
-Hombre...
en tu caso todo cambio es para bien.
-Es
que me noto la cara tirante.
-Bueno,
es que se ven un poco los puntos.
-Me
voy a mirar en el espejo del water!
ring
ring
-Lo
cojo yo.
-Si,
si, si doctor, de un muerto dice, ya ... la cara.
-Lo
he oído! Lo he oído! tengo la cara de un muerto!
-si,
bueno, ya te acostumbrarás...
-Ya,
pero es que siento que no llega la sangre. Como si fuera de piedra!
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Antonio Ortega
Cartel y diálogos del vídeo Resisnation und furch,
2002
Ningún virtuosismo, cero de alarde técnico, sin
concesiones formales y mucho menos expresivas: pero, en este
vídeo de Antonio Ortega, dos piedras a modo de marionetas
ejemplifican con contundencia los conceptos de resignación y
angustia.
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David
G. Torres
Barcelona,
septiembre 2005
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