ENTORNOS PRÓXIMOS
2006


ARTIUM

Zigor Barayazarra



¿Que haces?
Hasta hace bien poco no me atrevía a decir “hago Arte” o lo de “soy artista” cuando se me hacía esa pregunta. De hecho no estoy convencido de serlo del todo: no vivo de mi trabajo.
La verdad es que no creo que tenga una vida estable económicamente, me presento a algún certamen o beca para financiar los gastos derivados de continuar con la práctica artística, y cuando algo sale, esto me estimula mucho para seguir en ello. Pero ello no asegura el pan de cada día, así que recurro a trabajos temporales.
Desde que me licencié en Bellas Artes, siempre he intentado continuar materializando ideas y proyectos, o simplemente dibujando. Ahora creo que es una de las pocas cosas que sé hacer o que me gusta hacer, por lo que sigo en esta aventura que me va a llevar al Artium.

Pero habrá también motivos relacionados con la ambición, por un lado, y con creer, de alguna manera, en el arte, por otro. ¿no?
Con respecto a mis ambiciones como artista, no me considero una persona muy ambiciosa, si por ambición entendemos el deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. En este sentido no creo que el arte sea el mejor camino para conseguir todo esto. Si que es verdad que me crea satisfacción cuando mis proyectos salen adelante, pero para mí el interés del arte sobre todo tiene que ver con la percepción, el análisis crítico de lo social y con una idea de  proceso como vía de conocimiento.
A mí el arte me ayuda a moverme por el mundo, a crearme las opiniones sobre los hechos y a representar la realidad. A veces creo en él como un auténtico ortodoxo, como un valor esencial para la vida, y otras me parece un campo igual de viciado que el resto. Hoy el Sistema del Arte es un mercado como otro cualquiera, y el que menos importa es el artista que produce.

¿Crees, entonces, que el arte aporta una visión crítica o cuestionadora de aspectos de la sociedad?
Sí. Creo que el arte siempre aporta una representación a lo social de la realidad, revisitada desde la experiencia crítica del artista. Y donde todo se resuelve creativamente.
Pero me parece que sé por donde vas y… En mi caso, no creo que me interesa utilizar el arte como crítica social o bandera de una ideología o fenomenología social a priori. Sin embargo, a uno le hace mucho el contexto en el que se fragua, y en Euskadi creo que somos bastante analíticos con lo sociopolítico simplemente porque hablamos de ello. Aquí no es un tema tabú sino una realidad sobre la que construimos.
De todas formas, me interesa más la poética que la política. A la política de los políticos no le hago caso.

¿Cómo crees que se trasparentan estas preocupaciones en tu obra? Si es que se trasparentan...
Si se transparentan es en la actitud personal frente al arte, en los modos de hacer, en la preocupación por el proceso, en lo multidisciplinar. Mi manera de hacer es una consecuencia de mi manera de enfrentarme a los problemas; algo instintivo que no responde a algo predeterminado y donde la intuición juega un papel importante. A veces mis piezas son complicadas porque están llenas de detalles, de símbolos y sugerencias, no son directivas, pero en realidad creo que son trabajos muy sencillos, muy simples. El verdadero lugar de mis obras es siempre el corazón.

Hablas de un acercamiento emocional, pero, al menos tus últimos trabajos, tienen un aspecto muy frío o seco.
¿A que te refieres con frío o seco?

Las esculturas e instalaciones en las que has estado trabajando no son precisamente expresivas, sino que en todo caso tienen un acabado frío, de objeto industrial, y que entroncan con una tradición a la vez pop y minimal.
Ligar la emoción sólo con lo expresivo me parece bastante limitado. Sigue habiendo emoción porque hay poética. Pero si que es verdad que mis últimos trabajos están cada vez siendo montajes o piezas más frías o incluso irónicas. Ahora me parece un reto, seleccionar dentro de mis propios procesos, símbolos inconexos y relacionarlos en el espacio para generar los sentidos, que sí que creo que empiezan a ser menos estéticos en cuanto a presencia o acabado. Y creo que también menos inocentes.

Recogen una tradición pop, ligada tanto a una crítica de la sociedad de consumo como a su celebración, es ahí donde aparece esa ironía de la que hablas.
Supongo que sí que hay algo de tradición pop que me une a mis conciudadanos en una sociedad de consumo promovida por un sistema democrático gobernado por grandes marcas internacionales y globales. Pero creo que también la ironía, en el caso de los árboles-señal o los edificios-señal, está en relación al urbanismo, al arte público o al street art, en la medida que son propuestas que cuestionan el concepto de espacio público desde lo objetual, llegando a generar un lugar. En el caso del proyecto con árboles, aún no se ha instalado la pieza en la “intemperie” por así llamarlo, pero es lo que me gustaría de cara a nuevos proyectos.
Con respecto a la expresión (sigo pensando sobre ello), creo que mis piezas siguen siendo algo expresivas; a pesar de su aparente acabado industrial, sigue habiendo un interés por la manufactura en gran parte de mis procesos de trabajo.
La verdad es que estoy en un momento que replanteo los métodos que he venido practicando, dando más atención a los aspectos que generan los sentidos derivados de relacionar elementos aparentemente sin conexión: relaciones entre una imagen fotográfica, un objeto, una frase o un lugar.
La expresión de esta nueva forma de afrontar el hecho artístico estaría más cercana a un concepto de preideología, del estado antes de la opinión y la conciencia, porque no hay experiencia para la valoración de una identidad o un discurso. La lógica de los símbolos no está tan dirigida en un estado sin opinión que construye identidad, de manera que esta permeabilidad entre elementos es lo que a veces se ve en mis montajes.
¿Qué entiendes tú por preideológico o preideología?

Entiendo que tiene que ver con la voluntad de generar ideología. No tanto ser la manifestación explícita de una posición concreta, como aquello que es un detonante para que se genere pensamiento.
Me parece interesante lo que dices. Tu reflexión me ha hecho pensar en el street art como concepto más que como manifestación plástica real en las calles. Mientras el sistema del arte tiende a englobar esas ideologías para generar discursos y dilatar con ello los límites de "lo artístico", creo que últimamente yo estoy siguiendo el proceso inverso, desde dentro de la galería plantear el trabajo con la fuerza detonante que pueda tener la actitud de un bandido.
Pero me gustaría que matizases un poco lo que entiendes por "formalista"

Me refería básicamente al aspecto impoluto de tus trabajos. Dicho de otra manera, no son guarros o casuales o sin controlar el resultado final que, insisto, creo que es muy limpio: esculturas frías de señales, fotos, aparadores... Y creo que en tu propuesta para el Artium has jugado a llevarlo más lejos... perversamente. Tú mismo decías que mostrabas tu obra como un producto.
Sí. En parte el montaje que presento en Artium nace de la necesidad de mostrar mi trabajo como el producto de una marca, de un estilo, o algo parecido. De hecho barajé introducir un texto en una pieza que decía SUCK MY BRAND (chupa mi marca). Por ello es un intento de mostrar la parte más fea de todo proceso artístico: la referente a la exhibición, venta, proyección o promoción del producto. Y con ello también la cuestión de la plusvalía que implica la autoría. Pienso que me interesaba crear un contexto de recepción de la obra que remitiera a un stand, a una valla publicitaria o a un expositor de una tienda. Todo ello con la pretensión como dices de sacar mis objetos de esa exagerada "estetización formalista" y convertirlos en otra cosa. O al menos de hacer más evidente los conflictos entre lo comercial, lo doméstico y lo minoritario.



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